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lunes, 26 de marzo de 2018

¿Puede México convertirse en Venezuela?

¿Puede México convertirse en Venezuela?  

Por Venus Rey Jr
Publicado originalmente en el número 16 de la revista RuizHealy Times
Descarga gratuitamente el PDF de la revista aquí: www.ruizhealytimes.com

“Hay una medicina para no ser corrupto: que uno mande al cipote las ambiciones personales y materiales; esa es la mejor medicina.”
Hugo Chávez, presidente de Venezuela, 13 de noviembre de 2004 
“Prepárense para un tiempo de masacre y muerte, si fracasa la revolución.”
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, 3 de noviembre de 2015 
“Ayúdennos a difundir la verdad, ayúdennos a hablar de la grandeza de Hugo Chávez y de lo grande que es el gobierno bolivariano de Venezuela, de la admiración y el respeto que nos genera. Yo no puedo hacer otra cosa que honrar a Hugo Chávez.”
Yeidckol Polevnsky, presidente nacional de MORENA, 31 de mayo de 2017 
“Imagínense ustedes el escenario de la integración de México en este proceso de cambio americano. Digámoslo directo: la integración de México en la Revolución Bolivariana. Eso haría, a mi juicio, una gran diferencia con la situación que tenemos ahora. Necesitamos ampliar la Revolución.”
Héctor Díaz Polanco, Presidente de la Comisión de Honestidad y Justicia de MORENA, 23 de octubre de 2017


Hugo Chávez y Nicolás Maduro


Uno de los argumentos que utilizan los simpatizantes de MORENA para decir que su líder, Andrés Manuel López Obrador, no es el “verdadero” peligro para la nación, es atribuir a los gobiernos de Calderón y Peña Nieto los innumerables y terribles males que habrían ocurrido, según priístas y panistas, en caso de que AMLO hubiera llegado al poder. Es decir, intentan los morenistas dar a sus contrincantes una sopa de su propio chocolate: ¿Inflación? ¿Devaluación? ¿Crisis? ¿Violencia? ¿Pobreza? ¿Corrupción? ¿Con López Obrador? ¡Ja! A juicio de MORENA todos estos males han sido generados por los malos gobiernos de Calderón y Peña Nieto; y han sido generados en grado superlativo, como nunca antes en nuestra Historia. La “mafia del poder”, dicen, es el verdadero peligro para la nación.


En efecto, cuando los analistas pronostican que si López Obrador aplicara políticas similares a las que ha aplicado el régimen venezolano se generaría en México hiperinflación, devaluación, desempleo, aumento en los precios de los combustibles, más violencia y pobreza, y un caos generalizado en todo el país, los miembros de MORENA aducen que todos esos males ya se han dado por culpa de Calderón y Peña Nieto.

Andrés Manuel López Obrador
De similar manera, cuando MORENA recibe críticas en el sentido de que las políticas nacionalistas que plantea –las plantean algunos de sus más influyentes miembros– podrían convertir a México en una Venezuela, esgrimen un argumento paralelo: ¿México con AMLO convertido en Venezuela? ¡Ja! Si México ya está peor que cualquier país latinoamericano; ojalá México fuera como Venezuela, que es el modelo a seguir: allá no hay cárteles, ni secuestros, ni decenas de miles de muertos y desaparecidos; allá no hay hambre y todo mundo vive con dignidad: todos tienen acceso a la salud, a la vivienda, a la alimentación, a la educación y a la cultura. La oligarquía en Venezuela ha sido vencida y el presidente gobierna con verdadero espíritu nacionalista y solidario. ¡Viva la República Bolivariana de Venezuela!

¿Demasiado bueno para ser verdad? Veamos.

En materia económica, 2017 fue un año difícil para México. Según los morenistas, desde los tiempos del FOBAPROA –al que consideran uno de los mayores desfalcos gubernamentales de nuestra Historia– tras la terrible crisis que supuso “el error de diciembre” en 1994, no se había presentado una crisis tan aguda como la que ahora vivimos, ni se había registrado una inflación ni una devaluación como las que acabamos de tener el año pasado. Los morenistas dicen que estamos peor que nunca. ¿Será cierto? Analicemos.

Los peores picos de inflación en nuestra historia reciente, según datos de Banxico, son los siguientes:

  • ·      Febrero de 1983, durante la administración de Miguel de la Madrid, la inflación registró un incremento del 112.5%.
  • ·      Febrero de 1988, a finales de Miguel de la Madrid, el pico histórico fue un incremento del 179.73%.


En febrero de 1988 México tocó fondo. Desde entonces las cosas no han vuelto a ser tan dramáticas:
  • ·      Diciembre de 1990, incremento del 29.3%
  • ·      Diciembre de 1995, en plena crisis del sistema bancario, la inflación fue del 51.97%, la peor de los últimos casi veinticinco años.



Cuando Vicente Fox asumió el gobierno en diciembre de 2000, la inflación de ese mes fue de 8.96% (cuando dejó el poder en diciembre de 2006, la inflación de ese mes fue del 4.05%). De ahí a la fecha, la inflación ha disminuido. Hubo dos picos que no superaron aquel 8.96%:


  • ·      Diciembre de 2008: 6.53%
  • ·      Diciembre de 2017: 6.77%

De modo que no es verdad que 2017 sea el peor año de inflación desde tiempos de Zedillo; ni siquiera desde tiempos de Fox. Sí ha sido el año con mayor inflación en lo que va de la actual administración, pero estamos muy lejos de vivir una crisis como la que generó “el error de diciembre” y mucho más lejos aún de los horrores económicos que padecimos en los años 80. Hacer esa comparación es francamente exagerado.

Si tomamos en consideración la inflación IPC anualizada desde tiempos de Zedillo, veremos que el peor año fue 1995, con el 51.97%, y el mejor fue 2015, es decir, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, con tan solo un incremento del 2.13%. Pero los morenistas y sus aliados insisten en que nunca antes las cosas habían estado tan mal en México. Algunos de ellos, miembros del primer círculo de López Obrador, culpan a las políticas neoliberales (whatever that means) de semejante situación y argumentan que todo marcharía mejor si se implementaran las políticas económicas de Venezuela o Cuba.


Yeidckol Polevnsky
Y aunque López Obrador ha dicho que no es ni Maduro ni Chávez, y que no aplicaría ese tipo de políticas, Citlali Ibáñez, mejor conocida como Yeidckol Polevnsky, presidente nacional de MORENA, ha manifestado públicamente elogios al régimen venezolano y a su presidente, Nicolás Maduro, y se ha pronunciado por la conveniencia de seguir el ejemplo que ha dado ese país: que México se convierta en una nación bolivariana. Posiciones similares son sostenidas muy entusiastamente por Héctor Díaz Polanco, presidente de la Comisión de Honestidad y Justicia de MORENA; por Dolores Padierna y por Gerardo Fernández Noroña. Pero no son sólo ellos quienes así piensan. Muchos morenistas de la cúpula e innumerables simpatizantes de las bases lo creen a pie juntillas –yo mismo he hablado con muchos de ellos–, con una convicción que se aproxima mucho a un dogma religioso.

Mientras tanto, ¿qué ha pasado en Venezuela? Uno diría, a juzgar por el entusiasmo de los morenistas, que allá todo marcha de las mil maravillas. Veamos.

Venezuela es uno de los países con mayores reservas de petróleo en el mundo; o sea, es un país increíblemente rico. Sin embargo está padeciendo no inflación –la inflación es un fenómeno normal–, sino hiperinflación –que es un fenómeno devastador y totalmente fuera de control–. El dinero ya no tiene ningún valor, la gente está sufriendo hambre y muchos venezolanos están huyendo a Colombia.

El presidente Maduro ha pronunciado muchos discursos en los que culpa de esta situación a la derecha malvada y a El Imperio, quienes tratan de derrocarlo para imponer en Venezuela una oligarquía que desangre al pueblo. Pero aplicando la misma sopa del mismo chocolate –como los morenistas–, el pueblo venezolano ya está desangrándose por las políticas de Maduro. Una hiperinflación anualizada con un pico histórico de 4,115% en 2017 (sí: cuatro mil ciento quince por ciento, según cálculos de Steve Hanke, experto en hiperinflación y profesor de Economía Aplicada en Johns Hopkins University) es verdaderamente devastador para cualquier economía: el dinero deja de tener utilidad, los ahorros se evaporan, el sistema bancario colapsa, los pocos capitales que quedan huyen, el nivel de vida de toda la población se deteriora y reina un completo caos. No hay manera de que los salarios, por mucho que por decreto se incrementen –Maduro ha decretado varias veces el aumento de los salarios–, puedan servir de algo. A las pocas horas de que un trabajador recibe su sueldo, el dinero ya no vale. Maduro ha intentado frenar esta crisis imprimiendo más dinero –en Venezuela no existe un banco central autónomo–, pero ello ha generado más hiperinflación: no es la derecha malvada ni El Imperio lo que está destruyendo a Venezuela.

Una vez que los ingresos petroleros en dólares entran a la economía venezolana, se “bolivarizan”; algo así como el rey Midas, pero al revés: los dólares que entran en Venezuela se evaporan y pierden todo su valor. Sólo para que nos demos una idea: el bolívar tiene un valor oficial, según el gobierno de Venezuela; es un valor que nadie, ni siquiera Maduro, puede tomar en serio. La realidad es el precio del bolívar frente al llamado tipo de cambio paralelo, que es el que verdaderamente existe: o sea, el precio del dólar en el mercado no sujeto a restricciones gubernamentales (mercado libre, o sea, mercado negro, que es el único donde se pueden conseguir dólares; los dólares del gobierno sólo existen en las ensoñaciones del presidente y su gabinete). Nicolás Maduro accedió a la presidencia de su bolivariana república en abril de 2013. Veamos cómo se ha devaluado el bolívar frente al dólar desde ese año.

1 USD = 6.3 bolívares (noviembre de 2013)
1 USD = 100 bolívares (septiembre de 2014)
1 USD = 200 bolívares (febrero de 2015)
1 USD = 275 bolívares (mayo de 2015)
1 USD = 730 bolívares (septiembre de 2015)
1 USD = 1,000 bolívares (febrero de 2016)
1 USD = 4,300 bolívares (diciembre de 2016)
1 USD = 10,000 bolívares (julio de 2017)
1 USD = 20,000 bolívares (septiembre de 2017)
1 USD = 100,000 bolívares (diciembre de 2017)
1 USD = 200,000 bolívares (enero de 2018)

La devaluación que ha sufrido el bolívar venezolano frente al dólar desde 2013, año en que asumió el poder Nicolás Maduro –y en ese sentido las cosas estaban mucho mejor cuando estaba Hugo Chávez–, es una cifra que ni siquiera sé cómo decirla: una devaluación del 3,174,503.17%. Sí, vio usted bien: ¡¡una devaluación del tres millones ciento setenta y cuatro mil quinientos tres punto diecisiete por ciento!!

No hace falta ser doctor en economía para darse cuenta de la insostenible situación que atraviesa Venezuela. Y ello no se debe, repito, a El Imperio ni a la derecha alevosa, sino a una serie de políticas económicas temerarias, absurdas y terriblemente irresponsables. He aquí algunas:


  • ·      Depender casi exclusivamente del petróleo. A finales del gobierno de Chávez, los hidrocarburos aportaban el 98% de los ingresos de Venezuela. En 2013, el barril de petróleo rondaba los 100 dólares, pero bajó a menos de treinta. Hoy fluctúa en los 50 dólares. No hay inversión privada en materia de hidrocarburos.

  • ·      A pesar de la caída de los ingresos petroleros, el gasto público aumenta. El gobierno venezolano ha tomado la peor decisión para solucionar este problema: imprimir más dinero, lo cual ha disparado la hiperinflación. La popularidad de Maduro depende de los programas sociales (asistenciales, clientelares, y por tanto cero productivos) y de los subsidios. No hay un banco central autónomo que pueda oponerse a estas políticas.

  • ·      Control del tipo de cambio. Existen tres tipos de cambio oficiales en Venezuela que sobrevaloran el bolívar, lo cual produce un mercado negro que satisface la urgencia de dólares, pues la moneda nacional prácticamente carece de valor. En la medida en que se imprime más dinero, menos vale y más urgencia de dólares existe. El fenómeno cae en una espiral incontenible.

  • ·      Deuda gubernamental insostenible y política nacionalista que inhibe la inversión, no sólo extranjera sino también local. Los ingresos petroleros no alcanzan ni para pagar la deuda del gobierno. Esta crece momento a momento. Las empresas extranjeras, si no las corrió ya Chávez o Maduro, han salido huyendo del país. Nadie quiere invertir en Venezuela, ni siquiera los venezolanos, porque las condiciones son imposibles.

  • ·      Programas sociales imposibles de cubrir. Si el gobierno es incapaz de hacer frente a sus deudas, tampoco tiene dinero para comprar insumos básicos alimenticios como leche, huevo y harina, para la población pobre. En Venezuela los beneficiarios de programas sociales esperan que los insumos básicos sean gratuitos, pero como el gobierno no tiene dinero para comprarlos, se ha generado un desabasto sin precedentes en todo el país. Por eso muchos padecen hambre; por eso muchos ven en Colombia la única salida a esta pesadilla.
Guardia Nacional Bolivariana

A todo esto, hay que añadir la falta de democracia. Cuando finalmente la oposición logró en 2016 tener mayoría en el Congreso (Asamblea Nacional), adivine usted qué paso: Maduro lo disolvió y creó una Asamblea Constituyente –presidida por la que en su momento fue la embajadora en México, Delcy Rodríguez: gurú revolucionaria de los morenistas)– plenipotenciaria y controlada por él, para redactar una nueva constitución. Y no sólo ejerció funciones de Constituyente dicha Asamblea, sino que asumió las facultades de legislador ordinario, y con ello Maduro, que ya tenía un poder avasallador y controlaba la judicatura, se convirtió en dictador absoluto. De los 545 asientos de la Constituyente, 505 son del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, o sea, gente de jurada fidelidad a Chávez y a Maduro; los otros 40 asientos están vacantes. Toda oposición al régimen es barrida y sus líderes son encarcelados.

Frente a los números de la devaluación del bolívar, la devaluación de nuestro peso frente al dólar es cosa, créanme, menor. Si consideramos los 12.50 pesos que el dólar valía en 1970 frente a los 18,900 pesos (18.90 sin los tres ceros que Salinas quitó) que hoy vale, tendremos una devaluación, gigantesca, sí, pero mucho menor que la de Venezuela en los últimos cuatro años; tenemos una devaluación acumulada del 151,100% en los últimos casi cincuenta años. Lo más álgido de esa devaluación fue en los años 80’s. Desde entonces las cosas han ido mejorando paulatinamente.

Desde Vicente Fox las cosas no han ido tan mal, por mucho que los morenistas digan que nunca han ido peor y que Venezuela es el modelo a seguir. Fox asumió la presidencia en diciembre de 2000 (Hugo Chávez un poco antes, en febrero de 1999) con un tipo de cambio de 9.36 pesos mexicanos por dólar. Lo cual significa que desde diciembre de 2000 a enero de 2018, el peso se ha devaluado 100.85%. Y si hacemos el conteo desde 2013, para empatarnos con la asunción del poder de Maduro, tendremos un tipo de cambio de 12.15 pesos mexicanos por dólar, y por tanto, la devaluación de nuestra moneda desde esa fecha hasta hoy ha sido del 54.73%. Nada comparable con la devaluación del bolívar venezolano en ese mismo periodo: una devaluación que ni siquiera se puede decir: ¡¡3,174,503.17%!!

En materia de crecimiento del producto interno bruto, hemos de decir que, si bien con lentitud, México ha crecido: el promedio de crecimiento anual de nuestra economía desde 2013 es de 2%. Una cifra modesta y seguramente insuficiente, pero nada comparable con la debacle económica venezolana:


  • 2015: –6.2%
  • 2016: –16.5%
  • 2017: –12%

Los analistas prevén que 2018 será todavía peor, quizá el peor año en la historia de Venezuela en lo que a economía se refiere.

No es “El Mundo contra Maduro”, como la película “Grégoire Moulin contre l’humanitè”. No es que la oligarquía venezolana y El Imperio quieran destruirlo a él y a Venezuela: es Maduro quien está literalmente destruyendo Venezuela con sus políticas económicas. Citlali Ibáñez, alias Yeidckol Polevnky, et alii, pueden estar muy enamorados del régimen venezolano, pero yo creo que no han visto o no entienden fríamente los números. Claro, siempre queda la falacia de decir que si la revolución falla, es por la intromisión traidora de El Imperio, la oligarquía y las fuerzas del mal: “¡Mueran los enemigos de la Revolución!”

Nadie en su sano juicio podría decir que México estaría mejor con esa clase de medidas económicas. El populismo bolivariano ha destruido a Venezuela y seguramente destruirá a México (que no está destruido, como insisten los morenistas).

Sí: tienen razón todos los que afirman que la inseguridad y la violencia en México son cada vez peores. Eso es cierto. 2017 ha sido el peor año en ese rubro, y por lo que se ve, 2018 lo superará. La estrategia contra los cárteles y la delincuencia organizada ha fracasado. Sí: es verdad también que la corrupción gubernamental no puede seguir, que diezma nuestra economía y da margen de maniobra a los criminales –también es verdad que nunca antes habíamos visto tantos ex-gobernadores en prisión o bajo investigación–. Es verdad que hay que acabar con los privilegios de la clase política, especialmente los de altos funcionarios –tan existen los privilegios y tan grandes y pingües son sus ventajas, que una persona es capaz de lo que sea con tal de acceder a un cargo público–; es cierto que reduciendo dichos privilegios puede haber un ahorro significativo que podría canalizarse a programas sociales. Todo eso es cierto.


Sí: es necesario que México haga los ajustes necesarios para corregir su derrotero. El potencial de nuestra economía y de nuestra fuerza laboral es impresionante, y de ello han hablado los principales analistas y comentaristas internacionales. Haciendo los ajustes adecuados y aplicando las políticas correctas, no hay duda de que México se convertirá, en las próximas dos décadas, en una gran potencia global. Pero tampoco hay duda de que si México sucumbe a la seducción del populismo bolivariano, quedará irreparablemente destruido, no como Venezuela, sino mucho peor que ella.