lunes, 23 de agosto de 2010

No. 26 La experiencia estética como vía a lo ilimitado. Michelangelo Bounarroti.

La creación de Adán
Michelangelo Buonarroti
Frescos de la Capilla Sixtina
Ciudad del Vaticano


En 1505 el papa Julio II encargó a Miguel Ángel -en ese entonces el artista tendría unos treinta años- la decoración de la Capilla Sixtina. A pesar del distanciamiento de estos dos hombres y el viaje de Miguel Ángel a Florencia, el 10 de mayo de 1508 se firmó el contrato. Los trabajos empezaron de inmediato. Después de cuatro años de infatigable labor, Miguel Ángel finalizó los frescos más grandiosos que ningún hombre ha hecho: más de 1000 metros cuadrados, más de 300 figuras; quizá lo más parecido al acto creador del Todopoderoso.


El verbo "crear" en sentido propio sólo puede decirse de Dios. Cuando las Sagradas Escrituras lo emplean, sólo se hace referencia a Él. Dios es el único que puede crear. No obstante, como he venido diciendo en repetidas ocasiones, después de ver obras como esta creo que el arte es la máxima emulación del acto creador. Sin duda, el arte sacro es el rey de los géneros artísticos. Quienes consagran sus vidas a esta sublime labor, bien merecen ser llamados "hombres de Dios".

Cuando uno ve este fresco de la Capilla Sixtina de inmediato siente el extraño impulso de caer sobre las rodillas y exclamar:

Sanctus, Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra gloria tua.
Osanna in excelsis.

El arte es, no cabe duda, un vía para abrirnos a lo ilimitado, a lo Absoluto, a lo Infinito. Este es el meollo de la experiencia estética. Lo demás es lo de menos.

He aquí el acto que creó a Adán:


Pero este Adán y este Dios fueron creados por Miguel Ángel...

Reciban todos un caluroso abrazo.
VeNuS ReX

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