Queridos amigos:
Diego de Velázquez es el más grande pintor que ha dado España, y uno de los máximos que ha dado la Europa barroca. El tercer cuadro que envié, con gran éxito y beneplácito de ustedes, fue el Cristo de este genial pintor. Ahora les ofrezco La Venus del Espejo, tesoro invaluable de la National Gallery (para los afortunados que se encuentran ahora en Londres).
Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) pintó esta Venus alrededor del año 1650. El trabajo de detalle en las sábanas de seda es espléndido: el negro contribuye a presentar a Venus aún más majestuosa y sensual, si tal cosa es posible. El ideal de belleza femenino es muy distinto al de Rembrandt o al de Rubens, ambos contemporáneos y amigos de don Diego. En tanto en Flandes la obesidad reina, aquí Velázquez nos descubre el más firme y sensual de los cuerpos: formas perfectas, fruto del dominio exquisito de la anatomía y de la óptica; formas dignas de la gran diosa.
Por si lo anterior fuera poco, la ternura del cupido contrasta deliciosamente con la voluptuosidad de la mujer. El pintor logra así un equilibrio que deja a cualquiera sin aliento. No es hipérbole: desde mi punto de vista este cuadro pertenece al selecto grupo de las obras de arte que provocan el síndrome de Stendhal.
Reciban todos un abrazo.
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