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lunes, 30 de julio de 2012

La Piedad, de Miguel Ángel


Desde el momento en que Michelangelo Bounarroti creó La Piedad, a los veinticuatro años de edad, desde ese momento alcanzó la inmortalidad.

Título: Pietà
Autor: Michelangelo Bounarroti (italiano; n. 1475 – m. en 1564)
Fecha de creación: 1498-99
Dimensiones: 174 x 195 cm
Material: mármol
Lugar de residencia: San Pedro, Vaticano

 



Fotograma del film de Mel Gibson
Estimados amigos:

“La Pasión de Cristo”, de Mel Gibson, puso al Redentor como la figura del momento en los medios de comunicación. Como creyente que soy, esta idea no deja de tener cierta dosis de ironía, pues parece que ni lo divino escapa al poder de la publicidad. A fin de cuentas, todo es cuestión de mercadotecnia. Alguien ganó mucho dinero con ese film.

El quid es que este fenómeno mediático me da ocasión de compartir con ustedes una obra escultórica de inusitada belleza. Me refiero a “La Piedad”, de Miguel Ángel. ¡Qué obra! Imaginen a un joven de veinticuatro años que es capaz de crear estas maravillas. Francamente impresionante. Esto me hace recordar mis veinticuatro, hace ya dieciocho años (tengo cuarenta y dos), y me sume en una reflexión inquietante: si Bounarroti hubiese muerto a los veintiséis, de todos modos lo consideraríamos uno de los más grandes genios de la humanidad; su existencia no habría sido en vano. Por el contrario, si yo hubiese muerto a los veintiséis, lo más probable es que el mundo no hubiera perdido gran cosa. Así de descarnada es la comparación. Cuando vi esta obra por primera vez en Roma, hace ya mucho tiempo, sufrí el Síndrome de Stendhal.

 
Beethoven

Claro que los Miguel Ángel o los Leonardos no se dan en “serie”, como si se tratara de televisiones Samsung. Esta clase de hombres –y me permito citar palabras del gran Ludwig [por supuesto, van Beethoven]– son néctar precioso que se brinda generosamente a los mortales, regocijo de la humanidad
.

 


Insisto en que, de todas las actividades humanas, las más grandes y excelsas son el arte, la filosofía y la ciencia, y de estas tres estoy convencido que la primera goza de preeminencia. Creaciones como esta “Piedad” son prueba de ello. ¿Quién sería capaz de observar esta obra y no conmoverse? Una piedra. ¿Quién sería capaz de observar esta obra y afirmar que el mundo es absurdo? Un nihilista. En cierto sentido, esta “Piedad” habla por todos los hombres. Nos dice: “¡No todo está perdido! ¡Si los humanos somos capaces de esto, entonces hay esperanza!”

Alejandro VI
Esta obra fue encargada por el cardenal Bilhéres de Lagraulas, embajador francés en la corte del papa Borgia (algo bueno debía salir de esa terrible corte papal). Desde ese momento, a los veinticuatro años, Miguel Ángel alcanzó la inmortalidad.

Un abrazo muy grande para todos.

VENUS Rex

lunes, 12 de abril de 2010

No. 10 Beata Ludovica Albertoni, de Bernini

Este fue el décimo mail. Cómo pasa el tiempo. Se trata del divino Bernini, uno de los más grandes artistas de todos los tiempos. Disfrútenlo.



Queridas amigas y amigos:

Ya han pasado diez semanas desde que a algunos cuantos de ustedes les envié The Flagelation of Christ, de Bouguereau, y cada vez hay más gente en mi lista de arte. ¡Diez semanas de obras maestras! Estoy seguro que después de este mail serán aún más.

En esta ocasión les ofrezco a uno de lo más grandes artistas que ha habido en todos los tiempos. Se trata del italiano Gianlorenzo Bernini: pintor, escultor, arquitecto, humanista, científico, etcétera. Sin duda, uno de los espíritus más grandes y sublimes que ha poblado el mundo. Él encarna perfectamente el espíritu del renacimiento, hoy tan perdido y vilipendiado.

La obra que les presento es una escultura: La Beata Ludovica Albertoni, ubicada hoy en día en San Francesco a Ripa, en Roma. Fue realizada entre 1671 y 1674, años que marcaron el esplendor del Barroco tanto en Italia como en el resto de Europa.

La longitud de esta maravilla es de 188 cm, y está esculpida sobre un trozo de mármol blanco, sin añadidos ni pegados, ¡un solo y único bloque de piedra del cual ha surgido, gracias a las benditas manos de nuestro artista, este prodigio de la humanidad! Increíble. Cuando uno ve estas maravillas se da cuenta que lo más parecido al acto del Creador (el acto creador) no es la filosofía ni la ciencia, sino el Arte. Nada más de ver a la Beata Ludovica Albertoni le dan a uno ganas de verter lágrimas sobre el escritorio.
En algunos libros de teología se ofrecen explicaciones en cuanto a la experiencia mística, pero creo que observar esta escultura (o el Éxtasis de Santa Teresa, del mismo autor) es lo más próximo o parecido (metafóricamente hablando claro está) a tal experiencia: una experiencia estética que sin duda puede provocar en las almas sensibles el síndrome de Stendhal.
Observen el rostro de la Beata Ludovica: es tan sensual, tan voluptuoso, tan erótico, y a la vez tan místico, tan fuera de este mundo, tan poseído por la divinidad, tan arrebatado, tan en éxtasis.... No es casualidad que a menudo los místicos empleen el lenguaje amatorio y erótico para describir su experiencia. He ahí Santa Teresa, o San Juan de la Cruz, o el mismo Santo Tomás de Aquino, quien expresó, después de su éxtasis, que su obra entera no era nada en comparación con lo que había experimentado. Qué les puedo decir, uno no puede más que caer rendido y alabar al Creador.

En fin, disfrútenla y, por caridad, no crean que mis palabras son hiperbólicas. Al contrario, creo que me he quedado corto.

Un abrazo a todas y a todos.
VENUS REX