Después del banquete
Yukio Mishima
Alianza Editorial, 259 p.
Calificación:
No pierdas tu tiempo
Solo para fans del autor o interesados en el tema
Vale la pena leerlo
Muy recomendable
Absolutamente imprescindible
Primera Edición japonesa |
Después del banquete
(Utage no ato, en japonés) es una novela escrita por el muy célebre artista
Yukio Mishima. Este escritor es una verdadera figura de culto, no solo en su
país, sino en el mundo entero. Publicada en 1960, Depués del banquete fue reconocida por el New Yorker como el mejor
trabajo de Mishima hasta ese momento, afirmación por demás hiperbólica. Como
todo mundo sabe, Mishima, al igual que Kawabata, cometió suicidio, justo en el
apogeo de su carrera, en 1970, a los cuarenta y cinco años.
Los
temas
El tema de esta novela es
la política, las elecciones, y cómo estas trastornan la vida de una mujer
madura, dueña de un prestigioso restaurante, y un diplomático retirado que de
repente se convierte en el candidato del Partido Radical por la Prefectura de
Tokyo. También trata del poder del dinero en la democracia, en este caso la del
Japón de finales de los años cincuenta, a menos de tres lustros de la rendición
frente a los Estados Unidos. Pero en el fondo, es una novela que, a mi juicio,
simboliza la emancipación femenina.
Los
personajes
Kazu Fukuzawa, mujer madura, dueña de uno de los restaurantes
más prestigiados de Tokyo, esposa de Noguchi.
Yuken Noguchi, diplomático retirado, candidato del Partido
Radical por la prefectura de Tokyo, esposo de Kazu.
Soichi Yamazaki, funcionario del Partido Radical, promotor de la
candidatura de Noguchi y fiel aliado de Kazu.
Genki Nagayama, funcionario del Partido Conservador, cliente de
Kazu.
Setsugoan. Propiamente no es un personaje, sino el
restaurante de Kazu, pero es tal su importancia en la novela, que alcanza un
papel protagónico.
Argumento
(La novela en unas cuantas líneas)
El argumento de la novela
es simple y lineal: Kazu es la propietaria de un famoso restaurante en Tokyo, el
Setsugoan, lugar frecuentado por financieros y miembros del Partido
Conservador. En cierto banquete conoce a Noguchi, diplomático retirado. De
inmediato surge una atracción de ella hacia él que culminará, en unos cuantos
meses, en boda. Poco después, Noguchi recibe la invitación del Partido Radical
para competir, como candidato, en la elección por la Prefectura de Tokyo. Este
hecho despertará el entusiasmo de Kazu. Apoyará a su marido, aún cuando éste se
oponga, y para ello comprometerá su patrimonio, el Setsugoan, a fin de proveer
al Partido Radical de los recursos necesarios para ganar la elección. Así las
cosas, el inmueble quedará hipotecado y cuando Noguchi pierda la elección no le
quedará más remedio a Kazu que vender el Setsugoan, pagar las deudas y
resignarse a vivir una vida limitada en lo económico, al amparo y bajo la
tutela de su anticuado esposo. No obstante, cuando ya está todo perdido y
Kazu se da cuenta que tanto esfuerzo no fue agradecido por Noguchi, acudirá al
Partido Conservador, cuya probidad en la elección estará en duda, y, mediante suscripciones
de algunos de sus miembros, logrará rescatar el Setsugoan. A cambio perderá su
matrimonio. Después del banquete
es la historia de una mujer independiente que, a pesar de todo, se mantendrá
fiel a sí misma y romperá con ese pesado tradicionalismo japonés para afirmarse
como ser humano.
Análisis
y reflexiones
La novela se desarrolla
en un lapso de tiempo relativamente corto. Todo comienza con un banquete en el
Setsugoan, al que acuden miembros del Club Kagen, viejos diplomáticos entre los
que se encuentra Noguchi. La cena tiene lugar en noviembre, y ya para el año
nuevo la pareja tiene su primer beso. Es más un enamoramiento de ella hacia él
que viceversa. Noguchi es un caballero muy culto, que domina el alemán y otras
lenguas extranjeras, aunque económicamente está limitado y vive de una pensión
de la Dieta, a la que ha pertenecido. Su nivel cultural y su posición como
antiguo diplomático, y el hecho de que perteneció a varios gabinetes antes de
la guerra, colocan a Noguchi en un nivel muy atractivo para Kazu, que no tiene
más activos que el dinero que obtiene de su muy exitoso restaurante. Hay un
cierto complejo de inferioridad cultural por parte de Kazu que se ve muy
claramente en la escena en donde Noguchi pide a la mujer que le auxilia en el servicio
doméstico un tomo de su amplia biblioteca, con título en alemán, y la mujer,
entendiendo perfectamente, se lo lleva. “Desde aquel instante –escribe Mishima (p. 60)– Kazu odió a la mujer.” Y también una cierta inseguridad, pues ese mismo
día de año nuevo Noguchi luce una impecable indumentaria. Kazu, presa de los
celos, se pregunta quién lo habrá ayudado a vestirse. Además, Kazu tiene
incertidumbre en cuanto a su suerte después de la muerte. No habrá quien le
lloré, y por eso se resuelve a casarse y llevar una vida normal (p. 72), todo
dentro de ese contexto tan tradicionalista y patriarcal del Japón.
Edición italiana |
Hay un detalle muy fino,
muy del erotismo japonés. Después de que Kazu y Noguchi pasan el día en Nara,
observando el festival del Omitzutori, el lector intuye que los personajes han
hecho el amor. Y es que el encanto del erotismo japonés, que se puede descubrir
en Kawabata, en Mishima, en Yoshimoto o en Murakami, está más en lo que no se
dice que en lo que se dice, y en eso es radicalmente distinto al erotismo
explícito de occidente:
"Aquella mañana, al amanecer, un hombre de más de sesenta años y una mujer de cincuenta se durmieron en la misma cama." (p. 76)
Cualquier autor
occidental hubiese llenado al menos una página en la narración del acto sexual.
Mishima ocupa tres líneas.
Por fin llega el día de
anunciar la boda, y lo harán con un banquete en el Setsugoan –es muy notable
cómo Mishima nos deleita con los menús y nos regala exquisitas descripciones
culinarias–. Es el 22 de marzo y la noche es inusualmente cálida. Kazu sabe que
se convertirá en la mujer de un hombre distinguido, gran salto teniendo en
consideración su origen campesino. No obstante, Mishima tiene cuidado en
subrayar que Kazu no está actuando por interés.
Edición norteamericana |
Como he dicho al
principio, a mi juicio el fondo de esta novela es la emancipación de la mujer,
una verdadera liberación femenina, ello a pesar de que Mishima era un
nostálgico de aquel Japón imperial extinto con la guerra. Y Kazu logrará esa
emancipación y vencerá las fuerzas que se le opongan, empezando por su marido y
los miembros tanto del Partido Conservador como del Radical. Por ejemplo,
cuando la noticia del enlace sale publicada en los diarios, Genki Nagayama,
cliente asiduo del Setsugoan y personaje destacado en el Partido Conservador,
le reprocha haber actuado sin su consentimiento, como si él fuese su padre o
hermano mayor (p. 86); o el hecho de que, desde que están casados, Kazu quiere
comprar camisas a su esposo, y que las que tiene estén siempre listas,
planchadas y dispuestas, cosa que a este digno japonés incomoda, pues ¿cómo
aparecer con ropa nueva cuando sus amigos saben de la escasez de sus ingresos?
(p. 98) A pesar de que Kazu está consciente de su superioridad económica, se
llena de orgullo ahora que pertenece a una familia distinguida, pero esta no
será razón suficiente para que se someta o pierda su identidad, y en el momento
en que se vea obligada a apostarlo todo, se elegirá a sí misma.
Otro tema central de la
novela es la política. Cierto día, Noguchi recibe la visita de miembros del
Partido Radical que le ofrecen la candidatura a la Prefectura de Tokyo. Noguchi
acepta. Kazu se enterará, no por boca de su marido, sino por los miembros del
Partido Radical y de Nagayama, quien ve la decisión de Noguchi como un disparate.
La noticia de la candidatura sale en la prensa, y Noguchi por fin informa a su
esposa de su decisión, pensando que ella nada sabe. Kazu tiene talento político
y desde que conoce a Soichi Yamazaki ve en él a un fiel aliado. Desde que Kazu
se entera de la noticia, todo cambia: la monotonía de la vida diaria se rompe y
su imaginación se llena de ensoñaciones:
“Los senos de Kazu se dilataron bajo su ceñido obi de Nagoya y sus fantasías dieron a sus párpados una apariencia henchida y de embriaguez. Sintió como si su cuerpo febril se extendiera por la oscuridad hasta absorber la gran metrópoli.” (p. 121)
Esta pincelada de Mishima
me hace visualizar a la mexicana Josefina Vázquez, a la argentina Cristina
Fernández o a la brasileña Dilma Rousseff en el momento en que supieron que
serían las candidatas de sus partidos a la presidencia de sus respectivas
repúblicas: senos dilatados, apariencia henchida y la embriaguez delirante de
quien ya se vio en el cargo.
Pero volvamos a Japón. En
este punto de la novela yo supuse que la trama se tornaría una especie de Lady
Macbeth al estilo japonés, que Kazu haría lo que fuese necesario para que su
esposo ganara, aún violando la ley, y que, como esposa del gobernador de Tokyo,
Kazu haría de las suyas, desataría una orgía de sangre y todo acabaría
trágicamente. Esa fue mi suposición, pero me equivoqué. Faltaban aún diez meses
para la elección y Kazu estaba resuelta a iniciar una campaña preelectoral, aún
cuando estuviesen prohibidas por la ley. Habrá que llenar los ciento sesenta
mil postes telegráficos de Tokyo con carteles de Noguchi, y eso va a requerir
mucho dinero. Kazu sabe que una elección no se gana con argumentos lógicos,
sino con armas emocionales y dinero:
“Lo único que importa en unas elecciones es el dinero y los sentimientos. Después de todo, soy una mujer sin instrucción, pero tengo en mí entusiasmo suficiente para repartirlo entre cinco millones de personas y que aún me sobre.” (p. 125)
Los miembros del Partido
Conservador dejan de ir al Setsugoan. Nagayama reprocha a Kazu que esté ahora
enseñando sus secretos a ese “infantil Partido Radical” y tiene el descaro de
decir que los trucos sucios han sido siempre propiedad exclusiva de su partido
(p. 141). Recordemos que la clientela del Setsogoan esta conformada en gran
medida por miembros del Partido Conservador y que, por ende, Kazu les conocía y
tenía contactos con ellos. Por eso a sus otrora amigos y clientes les parece
que Kazu los ha de algún modo traicionado, más aún si, ante la amenaza de
Nagayama en el sentido de que la precampaña de Kazu ha violado la ley electoral
y que, en consecuencia, podrían ir algunos radicales a la cárcel, Kazu responde
a su vez con otra amenaza y advierte a Nagayama que, en caso de ser cogida,
tiene ella “cosillas” que decir al fiscal (p. 142).
Edición francesa |
Kazu actuará sin su
marido y a pesar de él. Al enterarse de que Noguchi solicitó al emperador que
iniciara conversaciones de paz con los aliados, meses antes de aquel fatídico
agosto de 1945, se pregunta cómo es que este hecho no ha sido debidamente
explotado y dado a conocer en un panfleto. Sabe que su marido se opondrá a un
folleto tal, y no le quedará más remedio que actuar a sus espaldas, con la
complicidad de Yamazaki. Es aquí donde decide hipotecar el Setsugoan y obtener
fondos. Realmente piensa que la elección es la tarea que el cielo le ha
confiado (p. 146).
Al enterarse que su
esposa ha actuado ocultamente, Noguchi monta en cólera, la golpea y le prohíbe
ir al Setsugoan. La idea es tenerla como prisionera, vigilada para impedirle cualquier
acción. Es más, Noguchi le advierte que en caso de desobedecer, tendrá que
divorciarse de ella, cosa que a Kazu le parece terrible: “Si se divorcia de mí,
no habrá nadie que cuide de mi tumba cuando yo haya muerto.” (p. 152) Así las
cosas, no habrá más remedio que poner a la venta el Setsugoan, a pesar de lo
triste y lo difícil que resultará para Kazu abandonarlo.
Nagayama sigue moviendo
hilos. Bloqueará los intentos de venta del Setsogoan para poner de rodillas a
Noguchi. Tanto le temen los conservadores, que Nagayama propone a Noguchi la
retirada del candidato conservador de la elección si Noguchi designa como
subgobernador a un miembro del Partido Conservador. Esto le garantizaría el
triunfo a Noguchi, pero es tan testarudo que rechaza la oferta. Nagayama
entonces intenta chantajear a Kazu advirtiéndole que si Noguchi sigue con su
negativa, bloqueará la venta del restaurante. El poder de Nagayama y los
manejos oscuros llegan a tal grado que el mismo primer ministro Saeki, miembro
del Partido Conservador, llama a un comprador del restaurante para decirle que
no compre el inmueble. Es más, promueven los conservadores, a través de un tal
Totsuka, antiguo conocido de Kazu, un panfleto difamatorio que lleva por título
“La vida de la señora Yuken Noguchi”, en el que la pobre Kazu aparece como una
ninfómana que, a través del sexo, logra sus ambiciones. Totsuka exige un millón
de yenes por su silencio. Kazu no tiene más remedio que dárselos y, a pesar de
ello, el panfleto es distribuido masivamente.
La guerra sucia ha
iniciado. Yamazaki informa a los radicales de la compra de votos realizada por
los conservadores en diversos distritos, y de que los carteles de Noguchi son
arrancados y sustituidos por carteles de Tobita, el candidato rival. Los
conservadores emplean su maquinaria pesada: altavoces denigrando la imagen de
Noguchi en puntos estratégicos de Tokyo, rumores falsos sobre una grave
enfermedad de Noguchi, notas en los diarios diciendo que Noguchi está
moribundo, etcétera. Kazu está desesperada:
“¡Qué cosa tan sucia! ¡Y hacernos esto en el último minuto! Si provoca nuestra derrota en las elecciones, moriré, eso es seguro. He perdido todo lo que tenía. ¡Pero si somos vencidos por culpa de esto, mataré a quien lo hizo!” (p. 187)
Las elecciones tienen
lugar un 15 de agosto. Noguchi pierde por corto margen. Kazu sabe que la
derrota se debió a trampas siniestras de los conservadores, y al dinero que
invirtieron en la candidatura de Tobita:
“El dinero corría por las calles con loco frenesí para apoderarse de los espiritualmente depravados y de los acosados por pobreza. El dinero brillaba como un sol a través de las nubes, un sol maligno y funesto.” (p. 194)
Expresar palabras de
apoyo al candidato perdedor equivale a dar un pésame. La noche de la elección,
la casa de Noguchi parece un velorio. Él y Kazu lloran ante la mirada triste
del fiel Yamazaki. Noguchi sabe que todo terminó y renuncia para siempre a la
política. Kazu está dispuesta a pelear, pues sabe que perdieron por la trampa,
por el dinero, por la influencia del mismo primer ministro Saeki y por los
trucos sucios de Nagayama. Los conservadores violaron la ley a más no poder y
Kazu pregunta a Yamazaki si, ante tanta violación, existe aún algún medio para
impugnar y derribar a Tobita.
Kazu está acabada. Tiene
una onerosa deuda que pagar y sobre el Setsugoan pesan tres hipotecas. Está
derrotada y quebrada. Ahora bien, si el Partido Conservador ganó a base de
dinero y medios sucios, es justo que dicho partido compense a Kazu por la
pérdida del Setsugoan. Kazu se pondrá en contacto con Sawamura, figura
importantísima del conservadurismo que ha ocupado varias veces el cargo de
primer ministro, para que la ayude. Sawamura sabe que su partido no se valió de
medios limpios para ganar y de algún modo accede a firmar el libro de
suscripciones que Kazu le lleva. Ella sabe que si Sawamura firma, nadie podrá
negarse a darle apoyo. Sawamura acepta hacer una aportación simbólica y escribe
en el libro: “Diez mil yenes. In Sawamura.” Con esta firma, las aportaciones
del mimso Saeki, de Nagayama y demás miembros del Partido Conservador y de
importantes hombres del mundo financiero, están garantizadas. El mismo
Nagayama, que será severamente reprendido por Kazu –“eres lo más bajo de la
especie humana”, le increpa Kazu a propósito del panfleto difamatorio (p. 236)–
firmará el libro con trescientos mil yenes y hará las gestiones necesarias para
que Yamanashi, del Banco Imperial, dé la mayor cantidad de dinero posible. Así
pues, el Setsugoan se ha salvado. Claro que el hecho de pedir dinero a quienes
vencieron a su marido en las elecciones no puede tener una consecuencia feliz,
y Kazu lo sabe. Sabe que cuando Noguchi se entere, su matrimonio estará
acabado. Tendrá que elegir entre el Setsugoan y su independencia, o su matrimonio
y la implícita sumisión a su marido.
A fin de cuentas, Noguchi
representa –a pesar de ser el candidato progresista– a ese Japón austero y
anticuado, patriarcal y tradicionalista, mientras que, a mi parecer, Kazu
representa al nuevo Japón, más moderno e independiente. Así entendido, Después
del banquete es una metáfora.
Noguchi finalmente
confronta a su esposa. A su juicio, la actitud de Kazu es equiparable a la
infidelidad:
“La castidad política de una adúltera y la traición política de una mujer casta representan el mismo tipo de inmoralidad. El peor crimen de un acto de traición consistía en extender la infección a sucesivas personas, acelerando así el colapso de toda la estructura de principios. Según su anticuada filosofía política de estilo chino, el hecho de que Kazu hubiese hecho circular un libro de suscripciones entre los enemigos políticos de Noguchi equivalía a un adulterio: se había ‘acostado’ con aquellos hombres.” (p. 245)
Aún así, Noguchi está
dispuesto a perdonarla si abandona sus planes de reabrir el Setsugoan. Kazu
seguirá adelante, pagará la deuda que tiene, reabrirá el restaurante y seguirá
con su vida. El libro termina con una carta que le manda Yamazaki, y en la cual
se congratula de la reapertura próxima del Setsugoan y confirma su asistencia.
Rescato algunas de estas últimas líneas que expresan la esencia de la política,
no solo en Japón, sino en cualquier lugar del mundo:
“Pero ahora me parece –escribe Yamazaki– que no cabe decir de las elecciones que fueran un infortunio en un sentido auténtico, porque acabó con todo género de falsa identidad y determinó que el señor Noguchi y usted se mostraran mutuamente sus verdaderas personalidades. He estado chapoteando largo tiempo en el lodazal de la política y, en realidad, ha llegado a gustarme. Allí la corrupción limpia a las gentes, la hipocresía revela el carácter humano más que una tibia honestidad y el vicio puede, al menos por un instante, resucitar una confianza abandonada… De la misma manera que cuando usted lanza la ropa a una centrifugadora para que se seque, gira tan de prisa que la camisa o la ropa interior arrojadas desparecen ante sus ojos; así, lo que normalmente llamamos naturaleza humana desaparece instantáneamente en el torbellino de la política.” (p. 257)
Después del banquete es
una novela que vale la pena leer. Más aún en tiempos electorales, como los que
ahora vive mi país.
Venus Rex
Venus Rex
Kimitake Hiraoka, mejor conocido como Yukio Mishima |