Seda
Alessandro Baricco
Grupo Editorial Norma,
125 p.
Calificación:
Edición española de Anagrama |
No pierdas tu tiempo
Solo para fans del autor o interesados en el tema
Vale la pena leerlo
Muy recomendable
Absolutamente imprescindible
Seda es una novela corta, o cuento largo, muy célebre;
se lee en menos de hora y media. Fue escrita por Alessandro Baricco en 1996. Es
la obra más conocida de este destacado autor italiano, y a ella le debe su fama
internacional. La novela ha sido traducida a varios idiomas, incluidos, desde
luego, inglés, francés, alemán, español y portugués. Existe una versión
cinematográfica de 2007, del director francés François Girard, protagonizada
por Michael Pitt, Keira Knightley, Alfred Molina y Miki Nakatani.
Los
temas
Seda es una novela erótica. El tema principal es el
deseo y la obsesión. Pero también es una novela de amor; de amor a prueba de
todo. Por un lado, el protagonista está obsesionado con la concubina de un
cacique japonés. Por otro lado, la esposa del protagonista no dejará de amarle
y le dará una prueba de amor impresionante.
Personajes
principales
Hervé Joncour, joven comerciante de seda.
Hélène, esposa de Joncour.
Baldabiou, líder de los sericultores de Lavilledieu.
Hara Kei, cacique japonés, contrabandista de seda.
Una mujer, concubina/amante de Hara Kei, y de la cual nunca
sabemos su nombre.
Argumento
(La novela en unas cuantas líneas)
Edición italiana |
Lavilledieu es una
pequeña localidad francesa que vive casi totalmente de la sericultura. Los
huevos del gusano de seda son importados desde Siria y Egipto, hasta que una
plaga obliga a los sericultores a buscar seda en Japón. Hervé Joncour hace el
viaje y conoce a Hara Kei, contrabandista de seda. Hervé Joncour queda
totalmente impresionado por la belleza de la joven amante/concubina de Hara
Kei. Entre Joncour y la mujer surgirá un deseo erótico. Un folio que ella le
entrega lo insta a volver. Está obsesión llevará a Joncour varias veces de
regreso a Japón, aún cuando ya no sea necesario traer huevos desde allá. Hélène
sutilmente se dará cuenta de que algo mueve y obsesiona a su marido. Después
del cuarto viaje, Joncour recibe una carta escrita en caligrafía japonesa. Más
tarde muere Hélène. Joncour recurre a una japonesa (la misma que antes le
tradujo el folio que lo instaba a regresar a Japón) para que le traduzca la
carta. Se trata de una carta de amor, llena de pasión y erotismo, que revela un
amor inmenso. Joncour se da cuenta que la carta fue escrita por Hélène y no por
la misteriosa concubina de Hara Kei.
Las acciones principales
tienen lugar entre 1861 y 1865, aunque los hechos se expanden y tienen
repercusiones hasta finales de ese siglo.
Análisis
y reflexiones
Foto de la película "Silk", de François Girard |
La historia comienza con
la introducción del personaje principal y una referencia temporal: es 1861,
Flaubert escribe y Lincoln sostiene una guerra; Hervé Joncour tiene un oficio
extraño: compra y vende gusanos de seda. Joncour vive en Lavilledieu y está
casado con Hélène. Todos los años Joncour realiza una travesía: parte en enero
rumbo a Siria y Egipto, compra los huevos de gusano y vuelve a principios de
abril, deja los huevos a punto, listos para la venta, y descansa el resto del
año. Digamos que es una vida bastante regular, sin sobresaltos, o, como escribe
Baricco con gran belleza poética, Jancour es “uno de esos hombres a los que les
gusta asistir a su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de
vivirla.”
“Se habrá notado que ellos observan su propio destino del modo en que la mayoría suele observar un día de lluvia.” (p. 11)
Esta rutina se verá rota
por una epidemia que causará estragos en el mundo de la seda. Lavilledieu es
una pequeña localidad que vive casi por completo de este producto, así que la
epidemia la pone en jaque. La preocupación es grande entre los mercaderes. El
líder de ellos, quien en su momento inauguró este comercio y transformó la vida
de la localidad, Baldabiou, sabe que, dado que Japón es una isla, los gusanos
allá no han sido contaminados, de modo que sería posible traer huevecillos
desde aquella lejanísima tierra y salvar así la actividad económica principal
de la ciudad.
Edición en portugués |
La introducción de
Baldabiou es por demás pintoresca. Baricco refiere la anécdota según la cual,
veinte años atrás, el inquieto personaje se presentó en la oficina del alcalde
con una bufanda de seda y le preguntó que si sabía qué era eso. El alcalde,
naturalmente, dijo que eran cosas de mujeres; pero no, Baldabiou sabe que es
dinero, cosas de hombre. Pasados siete meses, Baldabiou regresó y puso treinta
mil francos sobre la mesa del alcalde, quien dijo, al ser cuestionado, que eso
era plata. Baldabiou dice: “se equivoca. Es la prueba de que usted es un
pendejo.” Así es como la apacible Lavilledieu adopta el negocio de la seda.
Hay, pues, una epidemia
en los huevos de Siria y Egipto. Hay que traerlos de otro lado. Los
comerciantes de Lavilledieu no tienen la menor idea de qué es ni dónde está
Japón. Está hasta el fin del mundo, dice Baldabiou. La única manera en que
pueden sobrevivir estos comerciantes es trayendo los huevos desde allá. Además,
la mejor seda, la más bella sobre el planeta, es, sin duda, la japonesa. De
nuevo la imagen poética es sobresaliente:
“Una vez había tenido entre los dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener entre los dedos la nada.”
Japón está aislado.
¿Quién hará el trabajo de contrabandista? Naturalmente Joncour. Los
comerciantes se organizan y reúnen el dinero necesario para la expedición.
Joncour se despide de su mujer –de voz bellísima, dice Baricco- y sale de la
ciudad el día 6 de octubre. La ruta, que se repetirá en varias ocasiones, es
esta: frontera francesa, Württemberg, Baviera, Austria, Viena, Budapest, Kiev,
estepa rusa, montes Urales, Siberia, lago Baikal, frontera china, Sabirk en el
Pacífico, Cabo Teraya en Japón, Ishikawa, Toyama, Niigata, Fukushima y Shirakawa.
Enorme viaje. Joncour cumple su misión y se dispone a regresar de inmediato a
Francia, pero alguien lo detiene. Un tal Hara Kei desea verlo.
Hara Kei es una especie
de cacique, de contrabandista y de señor de la seda, de modo que quien quisiese
sacar huevecillos del Japón, necesariamente tendría que tratar con él. La
escena del encuentro es fantástica: una mujer muy joven junto a Hara Kei, como
una especie de gata a la que se acaricia y que posa su cabeza sobre el regazo
del amo, es el signo de poder de aquel cacique. Las miradas de la mujer y de
Joncour se cruzan y crean en el lector una muy sutil y fina atmósfera erótica:
los ojos de ella se clavan en los de él, “con una intensidad desconcertante”
(p. 30). Casi podría decirse que Baricco escribe como si fuera un autor
japonés, con esa economía de palabras, con esa riqueza de imágenes, y dejando
mucho a la imaginación del lector.
“Volvió a apoyar la cabeza sobre el regazo de Hara Kei. Los ojos abiertos, fijos en los de Hervé Joncour.” (p.32)
Hara Kei advierte a
Joncour que los huevos que lleva son de pez, y que no valen nada. Quizá por eso
el francés ha pagado con oro falso, ríe el cacique. Sin embargo harán trato.
Joncour se llevará huevos genuinos y una vez que salga de la isla pagará a Hara
Kei. Fin del encuentro.
“La última cosa que vio [Joncour], antes de salir, fueron los ojos de ella fijos en los suyos, perfectamente mudos.” (p, 34)
Edición en inglés |
El viaje es un éxito. Los
huevos resultan ser maravillosos y la producción de seda de ese año en
Lavilledieu es más que sobresaliente. El mismo Joncour se ha hecho rico y ha
comprado tierra. A principios del otoño, en octubre de 1862, Joncour vuelve a
Japón. Se encuentra con Hara Kei y la enigmática mujer en un bosque, junto a un
lago. A lo lejos, las miradas de la mujer y del francés se cruzan de nuevo. Al
parecer entre ellos está creciendo un impulso erótico que no podrán contener.
Unos pasos más por el sendero, Joncour llega a donde Hara Kei. La ropa de la
mujer está en el suelo, a sus pies. Las olas circulares en el lago “como
enviadas allí desde lejos” (p. 40) revelan que la mujer nada desnuda –con esta
imagen inicia el film de François Girard, Silk, basado en la novela de Baricco–. Joncour pasará
unos días atendido como un rey, y poco antes de partir preguntará a Hara Kei
por la mujer. Claro, no obtendrá respuesta.
En la morada del cacique,
en el último día de su estancia, Joncour se maravilla con la jaula de pájaros,
“algunos más costosos que toda la seda de Lavilladieu.”
“Recordó haber leído en un libro que los hombres orientales, para honrar la fidelidad de sus amantes, no acostumbraban regalarles joyas: sino pájaros refinados y bellísimos”. (p. 45)
Esta frase es como la
seda. Hara Kei honra majestuosamente la fidelidad de su amante. El nombre de la
novela no solo se debe al tema, sino a la forma en que está escrita. Frases
sutilísimas que acarician al lector. Y he aquí un extraño encuentro: mientras
Joncour se baña en su estancia, alguien pone sobre sus ojos un paño húmedo. Es
una mujer, no vieja como las que lo asisten en el baño cada noche, sino joven.
Joncour intenta quitarse el paño, pero la mujer lo impide. Ello lo seca y lo
acaricia: “Sintió la levedad de un velo de seda que bajaba sobre él” (p. 47).
Es acariciado en todo el cuerpo. La mujer abre la mano de Joncour y deposita un
folio. Luego desaparece tan misteriosamente como apareció.
Nuestro personaje regresa
a Francia, siguiendo ese itinerario que Baricco repite como estribillo de esta
canción/poema, retahíla hipnótica que no cesa.
El día 42 de su regreso a
Lavilledieu, Joncour saca el folio y observa fascinado los ideogramas.
Encuentra a Baldabiou en el billar y le pregunta por alguien que hable japonés.
“Aquí el japonés eres tú”, responde (p. 52). Baldabiou le refiere a una tal
Madame Blanche, en Nîmes, una japonesa que regentea un burdel. Joncour de
inmediato va a buscarla.
“¿Qué le hace pensar que es tan rico que puede acostarse conmigo?” (p. 54)
Pero Joncour no va por
sexo. Lo que quiere es saber qué dice el folio. “Vuelve o moriré” (p. 55), es
lo que dice el folio. Al marcharse, Joncour deja unos billetes sobre la mesa,
pero la japonesa le dice “déjelo así”. Y no habla del dinero, sino de la mujer.
“No morirá y usted lo sabe” (p. 55)
Caligrafía Japonesa |
Los sericultores evalúan
una tercera expedición a Japón. Hay rumores de una guerra civil en la isla, y
además el joven Pasteur está investigando la enfermedad de los huevos. Parece
que no es propicio hacer el viaje, más aún si el consulado francés en Yokohama
aconseja que nadie vaya. La revuelta la llevan a cabo fuerzas que se oponen a
la entrada de extranjeros a Japón. No obstante, Joncour emprenderá en octubre
el tercer viaje, no tanto por la seda, sino por la obsesión que ya está
sintiendo.
De regreso en Japón,
entra a pie para que la noticia de su llegada viaje más rápido que él. Y cuando
Joncour llega a los dominios de Hara Kei, una escena terrible, por el
simbolismo que tiene: el cielo se oscurece por el vuelo de cientos de pájaros.
La jaula ha sido abierta y está totalmente vacía. Junto a la jaula, la mujer.
Joncour le muestra el folio; ella sonríe y esconde la hoja en su vestimenta,
justo cuando arriba Hara Kei. Por la noche, hay un banquete en el palacio del
cacique, al cual, desde luego, asiste el francés. Ahí hay un juego de miradas
entre él y la chica. Joncour sale y se dirige a la casa que le ha sido
asignada. Ahí encuentra a la misteriosa mujer y a otra joven. La escena debe
ser desconcertante para Joncour: la mujer por la que había hecho ese viaje tan
largo le entrega a la joven para hacer el amor.
“La amó durante horas, con gestos que no había hecho nunca, dejándose enseñar una lentitud que no conocía. En la oscuridad era fácil amarla sin amarla a ella.” (p. 68)
Fotografía de la película de François Girard |
Al día siguiente los
hombres de Hara Kei le llevan los huevos. Joncour intenta ver a su anfitrión,
pero ha salido. No encuentra nada, ni una señal, ni un mensaje. Regresa pues, a
Francia, usando la ruta que ya el lector, en este punto, conoce casi de
memoria.
Ya en Lavilledieu, entra
en un estado melancólica que su mujer, Hélène, cree contrarrestar si viajan a
Niza. Así, a finales de julio pasan unas semanas en la playa. En una velada
organizada por un barón italiano, Joncour experimenta celos: un inglés intenta
seducir a Hélène.
“Hervé Joncour lo vio inclinarse hacia Hélène y susurrarle alguna cosa en la oreja. Hélène se echó a reír, de una manera bellísima, y riendo se ladeó ligeramente hacia el caballero inglés, llegando a rozarle con sus cabellos la espalda, en un gesto que no tenían ningún embarazo, sino solo una desconcertante exactitud. Hervé Joncour bajó la mirada hacia el plato. No pudo menos que notar que su propia mano, aferrada a una cucharita de plata, estaba indudablemente temblando.” (p. 77)
De regreso en
Lavilledieu, Baldabiou conversa con Joncour sobre los avances de Pasteur y los
huevos que están comercializando unos italianos. Dados estos elementos, no
tendría caso ir a Japón. Además, se sabe que estalló la guerra y que están
matando extranjeros. Aún así, Joncour decide ir, de ser necesario con sus
propios recursos. No le queda más remedio a Baldabiou más que convencer a los
sericultores de patrocinar el viaje. Inicia la cuarta travesía de Joncour. Es
el día 10 de octubre de 1864.
El panorama es desolador.
El pueblo de Hara Kei está destruido, quemado. Joncour encuentra a un chico que
le conducirá a Hara Kei. Después de cinco días, por fin logra divisar la
caravana; el pueblo entero huye. Finalmente, luego de un día, Joncour alcanza
la caravana, pero no es bienvenido. Hara Kai le ordena que se vaya. El francés
pasará la noche en el campamento y a la mañana siguiente descubrirá al chico
que lo guió colgando de un árbol.
-Japón es un país antiguo, ¿sabes? Su ley es antigua: dice que existen doce crímenes por los cuales resulta lícito condenar a un hombre a muerte. Y uno es llevar un mensaje de amor de su ama.-No llevaba mensajes de amor con él.-Él era un mensaje de amor. (p. 93)
Edición en francés |
Once días después, en
Yokohama, Joncour consigue algo de huevos. Pero ahora tiene el tiempo encima.
En una carrera a marchas forzadas desde Japón a Alemania, llega a Eberfeld y
ahí se da cuenta que las larvas están todas muertas. Es 6 de mayo del 65. En
Lavilledieu las cosas están igual de mal. Los huevos que han conseguido por
otros lados no han servido. De las siete hilanderías, solo trabajan dos. ¿Qué
va a hacer toda esa gente?
Joncour había comprado
una propiedad antes de este cuarto viaje, en la que pretendía hacer un gran
jardín con una enorme jaula de pájaros. Así que emplea a todos esos obreros sin
trabajo para hacer el jardín, que está listo en septiembre. Los lugareños
reconocen que, de no ser por esto, habrían muerto de hambre. Meses más tarde,
Joncour relata a Baldabiou la verdad.
Tiempo después, Joncour
recibe por correo siete folios con ideogramas japoneses. Irá a Nimes, en busca
de madame Blanche, para que le traduzca la carta. El escrito es erótico y
arrollador:
“…dejaré que tu sexo cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo…” (p. 111)
Las últimas líneas de la
carta:
“Lo que era para nosotros, ya lo hemos hecho y tú lo sabes. Créeme: lo hemos hecho para siempre. Conserva tu vida al margen de mí. Y no dudes ni un segundo, si es útil para tu felicidad, en olvidar a esta mujer que ahora te dice, sin remordimiento, adiós.” (p. 113)
El tiempo pasó. En 1871
Baldabiou se marcha de Lavilledieu. En marzo del 74 fallece Hélène. Ese mismo
año Joncour busca a Madame Blanche en Nîmes y se entera que se ha marchado a París.
Después de una búsqueda incesante, Joncour encuentra a M. Blanche. Resulta que
fue Hélène quien escribió la carta. M. Blanche se limitó a escribirla en
japonés.
“Sabe, monsieur, yo creo que ella hubiera deseado, más que ninguna otra cosa, ser esa mujer. Usted no lo puede entender. Pero yo la escuché leer esa carta. Sé que es así.” (p. 123)
Hervé Joncour vivió
veintitrés años más.
Así, pues, amigos,
termina esta historia de amor frustrado.
Poster de la película de Françoise Girard |
Les recomiendo la
película de François Girard y les dejo el link para que vean el trailer:
Reciban todos un abrazo.
Venus ReX
Alessandro Baricco |