Aura, de Carlos Fuentes
Resumen, interpretación y valoración.
Descubre por qué este libro molesta tanto a los católicos.
Aura
Carlos Fuentes
Editorial Era, 60 pp.
Calificación:
No pierdas tu tiempo
Solo para fans del autor o interesados en el tema
Vale la pena leerlo
Muy recomendable
Absolutamente imprescindible
Aura es una novela del escritor
Carlos Fuentes. Es una de las novelas más conocidas de la literatura mexicana.
Su brevedad es notable (sólo 60 páginas). Subrayo el hecho de que tres de las
más célebres y queridas novelas mexicanas son novelas breves: Pedro Páramo, de Juan Rulfo; Las batallas en el desierto, de José
Emilio Pacheco; y Aura, de Carlos
Fuentes. Esto demuestra que una obra maestra de la literatura no necesariamente
debe ser extensa.
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Aura, primera edición, 1962. |
La novela fue publicada por vez
primera en 1962 por la editorial Era. Se inscribe en el movimiento conocido
como Boom Latinoamericano. Carlos
Fuentes es uno de los más grandes exponentes de este movimiento. La novela,
como es común en las obras del “boom”, incorpora elementos del realismo mágico.
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Monsiváis y Poniatowska |
La novela fue objeto de censura
en 2001 cuando el Secretario del Trabajo en México, Carlos Abascal, se quejó en
la escuela de su hija porque la maestra de Español había pedido a las alumnas
que la leyeran. La maestra de Español fue despedida. El hecho suscitó un
enfrentamiento entre los escritores Carlos Monsiváis y Elena Poniatowska, que
defendían a Fuentes, y altos funcionarios del gobierno mexicano y miembros del
alto clero, que defendieron a Abascal. A fin de cuentas, la censura
conservadora siempre tiene el efecto contrario: en vez de esconder, hace
aquello que censura más evidente y notable. El mismo Carlos Fuentes, en la FIL
de Guadalajara de 2008 dijo:
"Cuando
un libro es objeto de un acto de censura como que resucita el libro. 'Aura' fue
objeto de un acto de censura que yo agradezco, porque gracias a esa censura se
multiplicaron las ventas del libro… Las ventas brincaron a 20.000 ejemplares a
la semana. Imagínense ustedes, cosa que nos tenía felices a mi editor y a
mí".
Me
referiré puntualmente al motivo de agravio un poco más adelante.
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Aura, ópera de Mario Lavista basada en la novela de Carlos Fuentes |
Temas:
La novela trata sobre el deseo, la vejez, la juventud, la belleza;
trata sobre el anhelo desmedido de juventud de una mujer. Incorpora elementos
del realismo mágico, y no se sabe a ciencia cierta si todo lo que sucede es una
alucinación del personaje principal, o si, en efecto, la joven Aura y la
anciana Consuelo son la misma persona.
Personajes:
Felipe
Montero, joven historiador.
Consuelo
Llorente, anciana, viuda del general Llorente, cuyas memorias ha de traducir
Montero del francés para que sean publicadas antes de que la anciana muera.
Aura, sobrina
de Consuelo.
Resumen: Aura en unos cuantos párrafos
Capítulo I
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Calle de Donceles, Ciudad de México, Centro Histórico |
Felipe Montero, un joven historiador de veintisiete años, lee un
anuncio en el periódico: “Se solicita historiador joven. Ordenado. Escrupuloso.
Conocedor de la lengua francesa…”. Acude al domicilio señalado en el anuncio
(Donceles 815), en el centro de la Ciudad de México, y es recibido por una misteriosa
anciana que está en cama. El trabajo consiste en completar las memorias del
General Llorente, difunto marido de la anciana. Entre las condiciones del
contrato está la de residir en esa casa. Montero duda. Repentinamente aparece
Aura, sobrina de la anciana. Al verla, Montero decide tomar el trabajo.
Capítulo II
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El joven Carlos Fuentes |
Aura conduce a Felipe Montero a su habitación y le dice que en una
hora lo esperan a la cena. Pero la Sra. Consuelo no asiste a la cena, de modo
que Montero y Aura se quedan solos. La joven ejerce en él una fascinación y
atracción. La anciana espera a Montero después de la cena en su recámara.
Cuando Montero llega descubre a la anciana de rodillas rezando. La anciana
entrega a Montero unos papeles. El joven debe empezar a trabajar de inmediato.
Capítulo III
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Aura, edición italiana |
Montero encuentra que la anciana sobrevalora los escritos del difunto
marido. Pero los cuatro mil pesos son muy atractivos. Quizá si trabajase tres
meses reuniría doce mil pesos, dinero suficiente para mantenerse un año y
trabajar en su propia obra sobre las conquistas españolas en América.
Mientras Montero duerme, sueña una pesadilla, y en el momento más
terrible despierta y se encuentra con Aura, desnuda, junto a él, acariciando su
rostro y recorriéndole el cuerpo entero a besos. “Eres mi esposo”, dice Aura.
Ella lo esperará en la noche, en su recámara.
Montero sigue con la lectura de la memorias de Llorente. Lee en ellas
que el general conoció a la anciana cuando esta tenía quince años. Era el año
1867. Llorente narra una extraña escena: un día encontró a su joven esposa
abierta de piernas, con la crinolina levantada por delante, martirizando a un
gato. El general se excitó. Hicieron el amor. Torturar a los gatos, escribió
Llorente, fue la forma en que la mujer hacía propicio aquel amor, por una
suerte de sacrificio simbólico.
Haciendo cálculos, Montero deduce que la anciana debe tener ciento
nueve años. El general adoraba sus ojos verdes y que se vistiera de verde. Este
detalle del verde es importante, porque en el siguiente capítulo Aura, que
también tiene los ojos verdes, estará vestida de verde, y de algún modo
sabremos que Aura y la anciana son la misma persona.
Por lo pronto el general escribe: Je
pense que tu seras toujours belle, même dans cent ans… (pienso que serás
siempre bella, lo mismo en cien años…). Y, finalmente: que ne ferais-tu pas puor rester toujours jeune? (¿Qué no harías
para permanecer siempre joven?)
Capítulo IV
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Carlos Fuentes firma un ejemplar de Aura. |
Montero piensa que la razón por la cual vive Aura en esa casa es para
perpetuar la ilusión de belleza y juventud de la anciana.
Montero y Aura habían acordado verse en la noche en la recámara de
ésta. Montero llega, abre la puerta y la encuentra vestida de verde. Pero algo
prodigioso ha sucedido: un transformación mágica, porque Aura ahora parece una
mujer de cuarenta años (no la chica de veinte del día anterior).
A continuación una escena erótica que involucra símbolos sagrados –se
comprende fácilmente por qué se molestó el Secretario del Trabajo, Carlos
Abascal, ferviente católico–: Aura lava los pies de Montero mientras mira
furtivamente un Cristo de madera, luego bailan un vals que ella canturrea y
que, por alguna extraña razón Montero conoce y canta con ella, mientras Aura le
desabotona la camisa y se besan. De cuclillas en la cama –una de las posiciones
más sensuales que puede adoptar una mujer–, Aura parte una oblea en sus muslos
y ofrece una mitad a Montero, que la come. Luego cae sobre ella, que tiene los
brazos abiertos, como el Cristo. “Aura se abrirá como un altar”. Más adelante
haré la interpretación de este pasaje.
Al despertar, Montero busca la espalda de Aura, pero ya no está en la
cama. Abre los ojos y la ve al pie de la cama. La mujer camina hacia un rincón
de la recámara, se sienta en el suelo, a los pies de la anciana Consuelo, que
está sentada en un sillón que él no había visto. Las dos mujeres le sonríen y
se van por la puerta que comunica la habitación de Aura y la de la anciana.
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Producción de Aura por las compañías de danza Rosanna Gamson (USA) y Contradanza (México) |
Capítulo V
Al despertar, Montero reflexiona que, de algún modo, la noche anterior
engendró su propio doble. Y, más aún, Aura es el doble de Consuelo, y
viceversa.
Montero propone a Aura marcharse juntos, huir de la anciana, pero la
muchacha al parecer no quiere partir. Le dice a Montero que su tía saldrá todo
el día, y que lo esperará esa noche en la recámara de su tía.
En la lectura de las memorias de Llorente se entera Montero que el
general y Consuelo no han podido tener hijos, y que ello había trastornado a la
mujer, que entonces buscó un remedio con plantas y pócimas. Consuelo creyó
encontrar la pócima de la juventud, y enloqueció. Llorente la encontró una
madrugada, caminando sola y descalza por los pasillos. “No me detengas –dijo
Consuelo–; voy hacia mi juventud, mi juventud viene hacia mí. Entra ya, está en
el jardín, ya llega”. Llorente, asombrado, cerró sus memorias con esta frase: “Consuelo, le démon aussi était un ange,
avant…” (Consuelo, el demonio también fue antes un ángel…”).
Al final de los folios hay unas fotografías. Hay una foto de Aura,
fechada en 1876 –la novela se desarrolla en 1961–, y firmada por Consuelo
Llorente en el décimo aniversario de su boda. Pero la mujer de esa antigua
imagen es Aura. Y también hay otra foto igual de desconcertante: Aura en
compañía del anciano Llorente, pero el anciano Llorente es Montero. Montero
sabe que Llorente es él.
Al caer la noche Montero se apresura a buscar a Aura en la habitación
de Consuelo, según habían acordado. Entra y ve a Aura en la cama. Ella le pide
que se acueste a su lado, pero que no la toque. Montero sabe que la anciana
podría llegar en cualquier momento, pero Aura le dice que no regresará: “Ella
ya se agotó”.
Entonces la besa, la abraza, pero se da cuenta que está besando y
abrazando a una anciana:
“apartarás tus labios de los labios sin carne que has estado besando,
de las encías sin dientes que se abren ante ti: verás bajo la luz de la luna el
cuerpo desnudo de la vieja, de la señora Consuelo, flojo, rasgado, pequeño y
antiguo, temblando ligeramente porque tú lo tocas, tú lo amas, tú has regresado
también…”
¿Y Aura?
El libro finaliza con esta enigmática frase:
“Volverá, Felipe, la traeremos juntos. Deja que recupere fuerzas y la
haré regresar…”
Parodia de la Eucaristía
El motivo de enojo por parte de los católicos ante Aura es muy claro:
la escena erótica del capítulo IV es una parodia de la Eucaristía.
Veamos qué dice el texto:
Tú sientes el agua tibia que baña tus plantas [Aura lava los pies de
Felipe Montero], las alivia, mientras ella te lava con una tela gruesa, dirige
miradas furtivas al Cristo de Madera negra, se aparta por fin de tus pies, te
toma de la mano, se prende uno capullos de violeta al pelo suelto, te toma
entre los brazos y canturrea esa melodía, ese vals que tú bailas con ella,
prendido al susurro de su voz, girando al ritmo lentísimo, solemne, que ella te
impone, ajeno a los movimientos ligeros de sus manos, que te desabotonan la
camisa, te acarician el pecho, buscan tu espalda, se clavan en ella. También tú
murmuras esa canción sin letra, esa melodía que surge naturalmente de tu
garganta: giran los dos, cada vez más cerca del lecho; tú sofocas la canción
murmurada con tus besos hambrientos sobre la boca de Aura, detienes la danza
con tus besos apresurados sobre los hombros, los pechos de Aura.Tienes la bata vacía entre las manos. Aura, de cuclillas sobre la
cama, coloca ese objeto contra los muslos cerrados, lo acaricia, te llama con
la mano. Acaricia ese trozo de harina delgada, lo quiebra sobre sus muslos,
indiferentes a las migajas que ruedan por sus caderas: te ofrece la mitad de la
oblea que tú tomas, llevas a la boca al mismo tiempo que ella, deglutes con
dificultad: caes sobre el cuerpo desnudo de Aura, sobre sus brazos abiertos,
extendidos de un extremo al otro de la cama, igual que el Cristo negro que
cuelga del muro con su faldón de seda escarlata, sus rodillas abiertas, su
costado herido, su corona de brezos montada sobre la peluca negra, enmarañada,
entreverada con lentejuela de plata. Aura se abrirá como un altar.
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Cristo de madera negra |
En el evangelio de Juan, capítulo 13, se narra que la noche en que
Jesús fue aprehendido lavó los pies a sus discípulos. Las referencias del
relato identifican a Aura con Cristo. El hecho de que Aura lave los pies de
Felipe Montero es una parodia del lavatorio evangélico. Por otro lado, la oblea
es la hostia, el cuerpo de Cristo; y Cristo mismo, ese Cristo de madera negra,
presencia la escena erótica. Aura quiebra la oblea en sus muslos desnudos, muy
cerca de su sexo, ofrece la mitad a Montero y éste la come y cae sobre ella. Es
decir, luego de la comunión, Montero se sube en Aura, que queda abajo, con los
brazos extendidos, como Cristo, y ella misma se convierte en el altar, es
decir, en el cuerpo que Montero penetrará: “Aura se abrirá como un altar.”
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Producción de Aura por las compañías de danza Rosanna Gamson (USA) y Contradanza (México) |
Así entendido e interpretado –que es la única manera de entender e
interpretar este relato–, es fácil comprender que una blasfemia así ofenda a
los creyentes; y cuanto más devotos, más ofendidos resultarán. El Secretario
del Trabajo era muy devoto.
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Carlos Abascal, Secretario del Trabajo, y el Presidente Fox. |
Un poco de erotismo literario no le hace mal a nadie. Pero este
erotismo en particular va más allá y se convierte, desde el punto de vista
católico, en sacrilegio y blasfemia. Yo no voy a juzgar el hecho de que Carlos
Fuentes haya decidido hacer esta parodia. Por supuesto que sabía lo que
escribía, y en ese sentido Fuentes quiso causar escándalo, y lo logró con la
ayuda de los censores. Lo único que quiero es explicar por qué un sector muy
conservador desprecia Aura. No es que simpatice con las razones de ese sector reaccionario,
pero sí comprendo a cabalidad el motivo de su disgusto. En ocasiones la gente
condena a los conservadores porque éstos a su vez condenan Aura (y en general cualquier obra artística que
les parezca demasiado liberal), sin ni siquiera haberla leído, y sin saber que
sí existe un agravio y una ofensa verdadera. Yo respeto mucho la doctrina
católica y entiendo y comparto su malestar ante esta escena. Pero aún así me
pronuncio por la libertad de expresión. El arte no debe ser vehículo o medio de
ofensa, porque entonces se desvirtúa y se convierte en propaganda. Y qué triste
pensar que una obra tan espléndidamente escrita como Aura quede reducida a un
panfleto anticatólico.
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Carlos Fuentes en su estudio |