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viernes, 18 de junio de 2021

El ruido del tiempo: cuando el arte se enfrenta al totalitarismo

Título: El ruido del tiempo (The noise of time)
Autor: Julian Barnes (Reino Unido)
Anagrama. 200p
Mi calificación: 4 de 5 estrellas
Por Venus Rey Jr


Muchas personas saben que uno de mis compositores favoritos es Dmitri Shostakovich. Lo considero el más grande de todos los compositores rusos, junto con Tchaikovsky. Sus obras tienen una fuerza tremenda y una expresividad que cimbra a cualquiera. El lenguaje musical es accesible y directo.
Esta breve y espléndida novela de Barnes cubre la vida entera de Shostakovich, particularmente la censura que vivió bajo el aparato cultural estalinista, con la constante amenaza de ser asesinado, como cientos de artistas e intelectuales rusos. Desde que Stalin condenó su ópera “Lady Macbeth de Mtsensk”, Shostakovich vivió el terror y su música fue sacada del repertorio. Dormía con el traje puesto y la valija lista, porque sabía que a cualquier hora aparecerían los agentes del Estado para aprehenderlo y asesinarlo.


La novela se divide en tres partes. En la primera (En el rellano), Shostakovich sufre la persecución luego de que Pravda –periódico oficial del Partido Comunista– denuncia su ópera Lady Macbeth como anti-soviética. Shostakovich es interrogado por la NKVD y sabe que en cualquier momento puede ser aprehendido, exiliado o asesinado. En la segunda parte (En el avión), el compositor es rehabilitado tras la Segunda Guerra Mundial gracias a su patriótica Sinfonía Leningrado, y es enviado a Estados Unidos como muestra viva de la grandeza del arte soviético. Shostakovich se ve forzado a leer discursos que no cree y en los que denuncia a Stravinsky y otros artistas rusos (Shostakovich admiraba la música de Stravinsky). El viaje de propaganda soviética a los Estados Unidos es un éxito para la URSS, pero constituye una humillación personal para Shostakovich. La tercera parte (En el coche) nos presenta a un Shostakovich ya en periodo post-Stalin, más entrado en años, y que goza de los privilegios aparejados a su status del más grande artista soviético vivo –privilegios como tener auto y chofer–. A pesar del enorme prestigio, el compositor sigue aplastado por el poder y se ve forzado a unirse al Partido Comunista y a dirigir la Federación de Compositores, herramienta del aparato cultural soviético.


Una vez muerto Stalin, la situación cambió radicalmente en la Unión Soviética. El gobierno de Khrushchev denunció los excesos estalinistas y condenó el llamado “Culto a la personalidad”. Shostakovich se convirtió en el más grande compositor vivo y recibió el reconocimiento y los honores de su patria. Murió en agosto de 1975.


Sin duda una vida fascinante: sus esposas, sus amantes, su angustia existencial, su silenciosa lucha contra el totalitarismo, su fantástico arte. La música de Shostakovich sintetiza la desigual relación entre el poder absoluto y opresor, por un lado, y la libertad del arte, por otro lado. A fin de cuentas lo que prevaleció fue la música de Shostakovich, no Stalin ni la Unión Soviética. He ahí la grandeza y la trascendencia del arte.




lunes, 31 de mayo de 2021

La mujer de la falda violeta: una novela sobre la indiferencia

La mujer de la falda violeta
Natsuko Imamura (Japón)
Duomo Ediciones (España)
192 pp
Una novela sobre la indiferencia
Mi calificación: 3 de 5 estrellas.


Por Venus Rey Jr


Desde hace algunas décadas me hice fanático de la literatura japonesa. Tanizaki, Kawabata, Oe, Mishima, Murakami, Yoshimoto, Kawakami… y ahora la muy joven Natsuko Imamura. La narrativa nipona contemporánea, a mi juicio, podría tener un elemento común –y opiáceo– en sus escritores: la soledad. Lo cual no deja de ser paradójico: siendo un país tan densamente poblado, con áreas metropolitanas entre las más grandes del mundo, donde, como dice la canción de Mecano, “entre miles de tornillos viven… y en un metro hay dos…”; siendo un país tan habitado, los personajes de las letras japonesas suelen encontrarse unidos en soledades que hielan la sangre.


Es el caso de “La mujer de la falda violeta”, de Imamura. Es la historia de una mujer que vive aislada en la ciudad más grande del mundo; una mujer que no se relaciona con nadie y que apenas habla. Es tan extraña que los niños en el parque la molestan y se inventan juegos con ella, como tocarla en el hombro y salir corriendo.


Esta mujer cuya existencia es irrelevante e indiferente –he ahí el aspecto trágico–, se vuelve la obsesión de la narradora, una obsesión que la termina convirtiendo en ella. Nadie sabe el nombre de la mujer de la falda violeta, nadie sabe quién es. La narradora, de algún modo alter ego de aquella mujer, se transfigurará en su voyeuse. También vive aislada y su vida es vacía e irrelevante. Viste una rebeca amarilla, y así como el anonimato y la casi no-existencia de la mujer de la falda violeta se traduce en esa prenda característica, así la narradora se pierde en la no-existencia de la indiferencia, a tal grado que ella misma se asume como “la mujer de la rebeca amarilla”, y no alguien con nombre, apellido e historia.


A veces no es fácil seguir a los narradores japoneses. Conozco muchas personas que después de leerlos se quedan con esa sensación de no saber qué decir. Tal vez, si mi reseña es certera, pueda servir de guía para encontrar el sentido en las palabras de esta notable obra literaria sobre la indiferencia de ser diferente, sobre lo difícil que es encontrar un lugar en el mundo, sobre el aniquilamiento del ser en medio de las inmensas masas vivientes que son las ciudades. Recomiendo esta novela a todos ustedes, dilectos amigos.


Natsuko Imamura