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miércoles, 25 de abril de 2012

Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco


Las batallas en el desierto

 José Emilio Pacheco

 Ediciones Era, 68 p.


 Calificación: 


No pierdas tu tiempo
Solo para fans del autor o interesados en el tema
Vale la pena leerlo
Muy recomendable
Absolutamente imprescindible

Las batallas en el desierto es una novela escrita por nuestro muy celebrado y laureado compatriota José Emilio Pacheco. La novela fue escrita a principios de los ochenta, y desde entonces se ha convertido en una de las obras más leídas y queridas de la literatura mexicana. Es una novela muy breve –o si se quiere, un cuento largo– que se lee cómodamente en un par de horas y que retrata a la colonia Roma, un barrio muy entrañable de aquella Ciudad de México, hoy perdida, de finales de los años cuarenta.

Los temas
El tema principal de esta novela es el amor: un jovencito se enamora de la mamá de su mejor amigo. Paralelamente, la novela nos muestra una sociedad dividida, clasista, cruel y discriminadora. El mosaico es complementado por la descripción de ese México corrupto, en donde la clase política se enriquece y en donde prevalece la impunidad. Es lamentable ver como a la fecha, después de más de sesenta años, las cosas en este rubro no han cambiado mucho.

Personajes principales
Carlos, joven enamorado de Mariana.
Jim, hijo de Mariana, condiscípulo y mejor amigo de Carlos.
Mariana, madre de Jim, amante de un político corrupto y objeto del amor de Carlos.
Rosales, condiscípulo de Carlos y Jim; es el alumno más pobre del colegio.

Argumento (La novela en unas cuantas líneas)
Casa de las Brujas, en la colonia Roma

Carlos es alumno de un colegio en la colonia Roma, barrio donde vive, y su mejor amigo es Jim, hijo de un norteamericano de San Francisco y de Mariana. Jim vive con su madre, también en la colonia Roma. Es un secreto a voces que la madre de Jim es la amante de un personaje cercano al presidente Miguel Alemán. Un día Jim invita a Carlos a su casa. Al ver el pequeño Carlos a Mariana cae de inmediato enamorado. Carlos aprovecha la primera ocasión que tiene para salirse del colegio e ir solo a casa de Mariana para declararle su amor. La mujer, sorprendida, le hace ver que ese amor es imposible, pues ella tiene veintiocho años y él es apenas un niño. Carlos es cambiado de escuela y pierde contacto con Jim y con Mariana. Pasado un tiempo, Carlos se encuentra casualmente a Rosales quien le confiesa que Jim se fue con su padre a los Estados Unidos luego que su madre se suicidara. Carlos no puede creer lo que oye y de inmediato se dirige a la casa de Mariana, pero nadie le puede dar razón alguna de su paradero. Carlos no sabe si creer. Lo cierto es que al final reflexiona que, de vivir Mariana, tendría ochenta años –lo cual no cuadra, pues si la novela fue escrita en 1981, y Mariana en 1948 tiene 28, no cumpliría 80 sino hasta 2000.

Análisis y reflexiones

Guerra Árabe-Israelí de 1948
El libro está escrito en primera persona. El narrador es un Carlos adulto que rememora sus días de párvulo. La narración es completamente lineal, clara, cómoda, amena y ágil. El libro comienza con una descripción de esa Ciudad de México de finales de los cuarenta, lo que se veía en los cines (aún no había televisión), lo que se oía en la radio y lo que se leía en los diarios. Sabemos que es el año 1948 porque el narrador (Carlos escribiendo en 1980) hace referencia al establecimiento del Estado de Israel y a la guerra contra la Liga Árabe, y por esta razón sabemos que “Las batallas en el desierto”, título de la novela, es el juego que juegan los alumnos del colegio durante los recreos: no se trata de indios contra vaqueros, o policías y ladrones, sino de árabes contra judíos.

Mansión en Las Lomas de Chapultepec, DF.
Carlos nos cuenta de sus amigos, del clasismo y del racismo que prevalece en la Ciudad. Nos dice que ese año su amigo era Jim, quien supuestamente es el hijo de un político muy importante, lo cual resulta extraño toda vez que Jim vive con su madre en la colonia Roma; si fuera hijo de quien dice, piensa Carlos, debería vivir en una mansión en el barrio de Las Lomas o Polanco, y no en un simple departamento de “medio pelo”. Todo mundo sabe, según el condiscípulo Ayala, que la mamá de Jim es la “querida” del político, y, a decir verdad, no la única, sino una entre muchas.

El título del tercer capítulo, “Alí Babá y los cuarenta ladrones”, hace referencia a ese México corrupto en donde los funcionarios se enriquecen brutalmente. Es desolador, como ya dije, que en pleno 2012, más de sesenta años después del gobierno del presidente Miguel Alemán, podamos aplicar, no solo sin dificultad, sino con la mayor naturalidad, el epíteto de “Alí Babá y los cuarenta ladrones” a los gobernantes. Las palabras de Alcaraz, otro condiscípulo, cuando Jim explica que no ve a su papá porque siempre está fuera trabajando por México, podrían ser suscritas por cualquier mexicano, argentino, colombiano, peruano, y en general por cualquier latinoamericano:


“Sí cómo no: ‘trabajando al servicio de México’: Alí Babá y los cuarenta ladrones. Dicen en mi casa que están robando hasta lo que no hay. Todos en el gobierno de Alemán son una bola de ladrones.” (p. 20)


Carlos nos relata los prejuicios de su familia. Su mamá es de Jalisco, Estado por demás conservador, más en aquella época, y odia a todos los que no sean de ahí. Odia a los capitalinos. Aquí habría que dar una explicación para mis lectores no mexicanos, pues existe cierta animadversión hoy en día en contra de nosotros, los capitalinos, a quienes nos han llamado despectivamente “chilangos”, si bien, por virtud de la costumbre y el exceso de uso, el vocablo ya no tiene en nuestros días esa connotación peyorativa. La Ciudad de México, que es lo mismo que el Distrito Federal, es la concentración urbana más grande del país, y una de las cinco más grandes del mundo. Fue poblada por gente de todos los Estados. Quienes emigraban de sus ciudades para establecerse en el DF cometían cierta traición y se los llamaba chilangos, tanto a ellos como a sus descendientes. Todos los que nacimos y habitamos esta maravillosa ciudad somos descendientes de jalicienses, poblanos, veracruzanos, guanajuatenses, norteños, etcétera. Raro es aquel que no tiene entre sus ascendientes a algún “provinciano”. Pues bien, la madre de Carlos no se siente bien en una ciudad tan mezclada, y menos aún en una colonia que ha venido a menos –a finales del siglo XIX la colonia Roma era el barrio de la aristocracia capitalina– y que se está llenando de árabes y judíos, y de gente del sur. La madre de Carlos odia a esa gente del sur: campechanos, tabasqueños, yucatecos y chiapanecos. Aquí hay un error en el que incurre el 99.99% de los mexicanos, José Emilio Pacheco y la madre de Carlos incluidos: respecto a la Ciudad de México, dada la forma de cornucopia de nuestro país, tanto Yucatán como Campeche, estados por antonomasia “sureños”, ¡están en una posición más septentrional!

En este mapa se aprecia claramente que casi todo Campeche, casi todo Quintana Roo y todo Yucatán están en una posición más septentrional que la Ciudad de México

Jim se convence de que Carlos es su amigo porque un día, en la escuela, Rosales (el más pobre de todos los alumnos) les grita “putos”, y Carlos no tiene otro remedio que irse a los golpes. Por esta razón Jim invita a Carlos a su casa. Al ver a la madre de Jim, el amor es instantáneo:


“Voy a conservarlo entero [el recuerdo] porque hoy me enamoré de Mariana… Enamorarse sabiendo que todo está perdido y no hay ninguna esperanza.” (p. 31)


Aunque reconoce que no hay ninguna oportunidad, se ilusiona al saber, por boca de Jim, que le ha caído muy bien a Mariana, lo cual le hace suponer a Carlos que la mujer lo “registra”, que se ha fijado en él.

La pulsión que siente Carlos es tremenda. Un día, en plena clase de Español, pide permiso para ir al baño, se sale de la escuela y va a casa de Mariana a confesarle su amor:


“Porque lo que vengo a decirle –ya de una vez, señora, y perdóneme– es que estoy enamorado de usted.” (p. 37)


La reacción de Mariana no es de burla, ni de cólera. Más bien de cierta comprensión y simpatía por el chico. Le explica a Carlos que no puede haber nada entre ellos, que ella tiene veintiocho años, que es como una anciana para él, que debe quitarse esa infatuation, así, en inglés, porque puede hacerse daño. Mariana toma al chico de la mano y antes de que se vaya le da un beso en la comisura de los labios.
 
Mientras tanto, en la escuela, al ver que Carlos no regresa del baño, lo empiezan a buscar. Jim sabe de algún modo que Carlos está en casa de Mariana. El profesor Mondragón y Jim se dirigen a casa de este último a buscarlo. Mariana acepta que Carlos estuvo ahí, porque había olvidado el viernes anterior su libro de historia. Tanto Mondragón como los padres de Carlos, enterados de los hechos por boca del primero, esperan que Mariana delate a Carlos, y como no lo hace, suponen que algo extraño y vergonzoso sucedió, y que la mujer lo está ocultando.

Y aquí es donde sale a relucir la hipocresía de la clase media, o por lo menos de la familia de Carlos. Mientras que el chico es enviado con un sacerdote a que confiese sus horribles pecados, y al psiquiátrico, todo mundo sabe que su padre mantiene una relación con una exsecreataria con la que ha procreado dos niñas. Los detalles que pide el sacerdote en la confesión son por demás morbosos y nos hacen pensar en la delectación que el sucio sacerdote habría experimentado mientras preguntaba si la mujer estaba desnuda, si había algún hombre en casa, si el chico se ha tocado, si ha habido derrame. En realidad, Carlos solo está enamorado y no ha hecho mal a nadie.


“Querer a alguien no es pecado, el amor está bien, lo único demoníaco es el odio.” (p. 44)



“El amor es una enfermedad en un mundo en que lo único natural es el odio.” (p. 56)


Rita Hayworth
El único que parece orgulloso de Carlos es su hermano Héctor, que admira que el pequeño haya tenido un asunto amoroso con una mujer “más buena que Rita Hayworth” (p. 48), porque su madre –que piensa que pertenece a una de las mejores familias de Guadalajara–, se refiere a Jim como el “bastardo”, y a Mariana como una “ramera pervertidora de menores”, y se lamenta de la decadencia moral de la Ciudad de México, que, a sus ojos, es como si fuera Sodoma y Gomorra. La mujer es capaz de separar a Estelita, hermana menor de Carlos, por temor a que el chico, ahora que ha sido corrompido, pueda hacerle algún daño (p. 54). Desde luego no permitirá que Carlos siga asistiendo a una escuela que acepta como alumno al hijo de una mujer pública.

Fragmento del mural de Rivera en el desaparecido Hotel Del Prado
La madre de Carlos encarna lo peor del conservadurismo y el catolicismo de la middle class. Héctor, el hijo mayor, es militante derechista. Fue de los que borraron la leyenda “Dios no existe” del mural que Diego Rivera pintó en el Hotel del Prado, pero al mismo tiempo es capaz de intentar violar a las sirvientas –palabra por demás despectiva–. Su lema es: “Carne de gata, buena y barata.” (p. 51) Madre e hijo profesan un catolicismo rancio, pero no tienen ni un ápice de piedad ni caridad cristianas. El cuadro lo completa Isabel, la hermana de Carlos y Héctor, que se ha liado con quien en su momento fue un conocido actor infantil, Esteban, ahora venido a menos.

La novela termina con el encuentro casual entre Carlos y Rosales. Ha pasado algún tiempo desde que Carlos dejó la escuela. Rosales ahora vende chicles en los camiones del transporte público y Carlos está en una mejor posición, porque su padre, que ahora trabaja para los norteamericanos, ha progresado. En la escuela corrió el rumor, por boca del mismo Jim, de que Carlos estaba enamorado de Mariana y que había declarado su amor. También se supo que lo habían llevado al “loquero”. Pero lo peor es que Mariana murió y que Jim regresó a San Francisco con su padre biológico. Nadie sabe bien qué fue lo que sucedió. Al parecer Mariana criticó a los políticos corruptos en una fiesta elegante en Las Lomas, frente a los acaudalados amigos de su amante, cosa que le valió a la pobre mujer una humillación delante de todos esos potentados. El caso es que, según Rosales, la madre de Jim se suicidó. ¿Pero cómo pudo saberse eso? Jim encontró a su madre tirada, muerta, y lo único que se le ocurrió fue pedir ayuda al profesor Mondragón, y así se enteró toda la escuela.

Carlos dejó a Rosales y llorando se dirigió a casa de Mariana. Pero ya no vivía allí y nadie pudo dar razón de ella. Pasado un tiempo, Carlos fue a vivir a Nueva York y estudió en Virginia. Siempre conservó el recuerdo de Mariana (a quien asocia con la canción Obsesión, cuyo autor creo que es Javier Solís).


“Todo pasó como pasan los discos en la sinfonola. Nunca sabré si aún vive Mariana. Si hoy viviera tendría ya ochenta años.” (p. 68)


Café Tacuba
A propósito del estribillo de la canción Obsesión –“Por alto esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo”–, no puedo dejar de mencionar que el gran grupo de rock urbano Café Tacuba, oriundo de Ciudad Satélite, al norte de la Ciudad de México, hizo la canción “Las batallas en el desierto” como homenaje a esta entrañable y muy querida novela mexicana. 

También hay una película basada en ella, “Mariana, Mariana”, con libreto ni más ni menos que de Vicente Leñero, en donde actúa la guapísima Elizabeth Aguilar, quien, por cierto, fue la primera playmate mexicana, y el gran Pedro Armendáriz, recientemente fallecido.





Les dejo el link de la canción:

Y el link de la película completa. No la he visto, pero me dispongo a verla ahora mismo:


Reciban todos un abrazo.
Venus ReX

José Emilio Pacheco

jueves, 22 de marzo de 2012

Libros No. 5 Mishima, Depués del banquete

Después del banquete

Yukio Mishima

Alianza Editorial, 259 p.

Calificación: 


No pierdas tu tiempo
 Solo para fans del autor o interesados en el tema
 Vale la pena leerlo
 Muy recomendable
 Absolutamente imprescindible

Primera Edición japonesa
Después del banquete (Utage no ato, en japonés) es una novela escrita por el muy célebre artista Yukio Mishima. Este escritor es una verdadera figura de culto, no solo en su país, sino en el mundo entero. Publicada en 1960, Depués del banquete fue reconocida por el New Yorker como el mejor trabajo de Mishima hasta ese momento, afirmación por demás hiperbólica. Como todo mundo sabe, Mishima, al igual que Kawabata, cometió suicidio, justo en el apogeo de su carrera, en 1970, a los cuarenta y cinco años.

Los temas
El tema de esta novela es la política, las elecciones, y cómo estas trastornan la vida de una mujer madura, dueña de un prestigioso restaurante, y un diplomático retirado que de repente se convierte en el candidato del Partido Radical por la Prefectura de Tokyo. También trata del poder del dinero en la democracia, en este caso la del Japón de finales de los años cincuenta, a menos de tres lustros de la rendición frente a los Estados Unidos. Pero en el fondo, es una novela que, a mi juicio, simboliza la emancipación femenina.

Los personajes
Kazu Fukuzawa, mujer madura, dueña de uno de los restaurantes más prestigiados de Tokyo, esposa de Noguchi.
Yuken Noguchi, diplomático retirado, candidato del Partido Radical por la prefectura de Tokyo, esposo de Kazu.
Soichi Yamazaki, funcionario del Partido Radical, promotor de la candidatura de Noguchi y fiel aliado de Kazu.
Genki Nagayama, funcionario del Partido Conservador, cliente de Kazu.
Setsugoan. Propiamente no es un personaje, sino el restaurante de Kazu, pero es tal su importancia en la novela, que alcanza un papel protagónico.

Argumento (La novela en unas cuantas líneas)
El argumento de la novela es simple y lineal: Kazu es la propietaria de un famoso restaurante en Tokyo, el Setsugoan, lugar frecuentado por financieros y miembros del Partido Conservador. En cierto banquete conoce a Noguchi, diplomático retirado. De inmediato surge una atracción de ella hacia él que culminará, en unos cuantos meses, en boda. Poco después, Noguchi recibe la invitación del Partido Radical para competir, como candidato, en la elección por la Prefectura de Tokyo. Este hecho despertará el entusiasmo de Kazu. Apoyará a su marido, aún cuando éste se oponga, y para ello comprometerá su patrimonio, el Setsugoan, a fin de proveer al Partido Radical de los recursos necesarios para ganar la elección. Así las cosas, el inmueble quedará hipotecado y cuando Noguchi pierda la elección no le quedará más remedio a Kazu que vender el Setsugoan, pagar las deudas y resignarse a vivir una vida limitada en lo económico, al amparo y bajo la tutela de su anticuado esposo. No obstante, cuando ya está todo perdido y Kazu se da cuenta que tanto esfuerzo no fue agradecido por Noguchi, acudirá al Partido Conservador, cuya probidad en la elección estará en duda, y, mediante suscripciones de algunos de sus miembros, logrará rescatar el Setsugoan. A cambio perderá su matrimonio. Después del banquete es la historia de una mujer independiente que, a pesar de todo, se mantendrá fiel a sí misma y romperá con ese pesado tradicionalismo japonés para afirmarse como ser humano.

Análisis y reflexiones
La novela se desarrolla en un lapso de tiempo relativamente corto. Todo comienza con un banquete en el Setsugoan, al que acuden miembros del Club Kagen, viejos diplomáticos entre los que se encuentra Noguchi. La cena tiene lugar en noviembre, y ya para el año nuevo la pareja tiene su primer beso. Es más un enamoramiento de ella hacia él que viceversa. Noguchi es un caballero muy culto, que domina el alemán y otras lenguas extranjeras, aunque económicamente está limitado y vive de una pensión de la Dieta, a la que ha pertenecido. Su nivel cultural y su posición como antiguo diplomático, y el hecho de que perteneció a varios gabinetes antes de la guerra, colocan a Noguchi en un nivel muy atractivo para Kazu, que no tiene más activos que el dinero que obtiene de su muy exitoso restaurante. Hay un cierto complejo de inferioridad cultural por parte de Kazu que se ve muy claramente en la escena en donde Noguchi pide a la mujer que le auxilia en el servicio doméstico un tomo de su amplia biblioteca, con título en alemán, y la mujer, entendiendo perfectamente, se lo lleva. “Desde aquel instante –escribe Mishima (p. 60)– Kazu odió a la mujer.” Y también una cierta inseguridad, pues ese mismo día de año nuevo Noguchi luce una impecable indumentaria. Kazu, presa de los celos, se pregunta quién lo habrá ayudado a vestirse. Además, Kazu tiene incertidumbre en cuanto a su suerte después de la muerte. No habrá quien le lloré, y por eso se resuelve a casarse y llevar una vida normal (p. 72), todo dentro de ese contexto tan tradicionalista y patriarcal del Japón.

Edición italiana
Hay un detalle muy fino, muy del erotismo japonés. Después de que Kazu y Noguchi pasan el día en Nara, observando el festival del Omitzutori, el lector intuye que los personajes han hecho el amor. Y es que el encanto del erotismo japonés, que se puede descubrir en Kawabata, en Mishima, en Yoshimoto o en Murakami, está más en lo que no se dice que en lo que se dice, y en eso es radicalmente distinto al erotismo explícito de occidente:

"Aquella mañana, al amanecer, un hombre de más de sesenta años y una mujer de cincuenta se durmieron en la misma cama." (p. 76)


Cualquier autor occidental hubiese llenado al menos una página en la narración del acto sexual. Mishima ocupa tres líneas.

Por fin llega el día de anunciar la boda, y lo harán con un banquete en el Setsugoan –es muy notable cómo Mishima nos deleita con los menús y nos regala exquisitas descripciones culinarias–. Es el 22 de marzo y la noche es inusualmente cálida. Kazu sabe que se convertirá en la mujer de un hombre distinguido, gran salto teniendo en consideración su origen campesino. No obstante, Mishima tiene cuidado en subrayar que Kazu no está actuando por interés.

Edición norteamericana
Como he dicho al principio, a mi juicio el fondo de esta novela es la emancipación de la mujer, una verdadera liberación femenina, ello a pesar de que Mishima era un nostálgico de aquel Japón imperial extinto con la guerra. Y Kazu logrará esa emancipación y vencerá las fuerzas que se le opongan, empezando por su marido y los miembros tanto del Partido Conservador como del Radical. Por ejemplo, cuando la noticia del enlace sale publicada en los diarios, Genki Nagayama, cliente asiduo del Setsugoan y personaje destacado en el Partido Conservador, le reprocha haber actuado sin su consentimiento, como si él fuese su padre o hermano mayor (p. 86); o el hecho de que, desde que están casados, Kazu quiere comprar camisas a su esposo, y que las que tiene estén siempre listas, planchadas y dispuestas, cosa que a este digno japonés incomoda, pues ¿cómo aparecer con ropa nueva cuando sus amigos saben de la escasez de sus ingresos? (p. 98) A pesar de que Kazu está consciente de su superioridad económica, se llena de orgullo ahora que pertenece a una familia distinguida, pero esta no será razón suficiente para que se someta o pierda su identidad, y en el momento en que se vea obligada a apostarlo todo, se elegirá a sí misma.

Otro tema central de la novela es la política. Cierto día, Noguchi recibe la visita de miembros del Partido Radical que le ofrecen la candidatura a la Prefectura de Tokyo. Noguchi acepta. Kazu se enterará, no por boca de su marido, sino por los miembros del Partido Radical y de Nagayama, quien ve la decisión de Noguchi como un disparate. La noticia de la candidatura sale en la prensa, y Noguchi por fin informa a su esposa de su decisión, pensando que ella nada sabe. Kazu tiene talento político y desde que conoce a Soichi Yamazaki ve en él a un fiel aliado. Desde que Kazu se entera de la noticia, todo cambia: la monotonía de la vida diaria se rompe y su imaginación se llena de ensoñaciones:

“Los senos de Kazu se dilataron bajo su ceñido obi de Nagoya y sus fantasías dieron a sus párpados una apariencia henchida y de embriaguez. Sintió como si su cuerpo febril se extendiera por la oscuridad hasta absorber la gran metrópoli.” (p. 121)


Esta pincelada de Mishima me hace visualizar a la mexicana Josefina Vázquez, a la argentina Cristina Fernández o a la brasileña Dilma Rousseff en el momento en que supieron que serían las candidatas de sus partidos a la presidencia de sus respectivas repúblicas: senos dilatados, apariencia henchida y la embriaguez delirante de quien ya se vio en el cargo.


Pero volvamos a Japón. En este punto de la novela yo supuse que la trama se tornaría una especie de Lady Macbeth al estilo japonés, que Kazu haría lo que fuese necesario para que su esposo ganara, aún violando la ley, y que, como esposa del gobernador de Tokyo, Kazu haría de las suyas, desataría una orgía de sangre y todo acabaría trágicamente. Esa fue mi suposición, pero me equivoqué. Faltaban aún diez meses para la elección y Kazu estaba resuelta a iniciar una campaña preelectoral, aún cuando estuviesen prohibidas por la ley. Habrá que llenar los ciento sesenta mil postes telegráficos de Tokyo con carteles de Noguchi, y eso va a requerir mucho dinero. Kazu sabe que una elección no se gana con argumentos lógicos, sino con armas emocionales y dinero:

“Lo único que importa en unas elecciones es el dinero y los sentimientos. Después de todo, soy una mujer sin instrucción, pero tengo en mí entusiasmo suficiente para repartirlo entre cinco millones de personas y que aún me sobre.” (p. 125)


Los miembros del Partido Conservador dejan de ir al Setsugoan. Nagayama reprocha a Kazu que esté ahora enseñando sus secretos a ese “infantil Partido Radical” y tiene el descaro de decir que los trucos sucios han sido siempre propiedad exclusiva de su partido (p. 141). Recordemos que la clientela del Setsogoan esta conformada en gran medida por miembros del Partido Conservador y que, por ende, Kazu les conocía y tenía contactos con ellos. Por eso a sus otrora amigos y clientes les parece que Kazu los ha de algún modo traicionado, más aún si, ante la amenaza de Nagayama en el sentido de que la precampaña de Kazu ha violado la ley electoral y que, en consecuencia, podrían ir algunos radicales a la cárcel, Kazu responde a su vez con otra amenaza y advierte a Nagayama que, en caso de ser cogida, tiene ella “cosillas” que decir al fiscal (p. 142).

Edición francesa
Kazu actuará sin su marido y a pesar de él. Al enterarse de que Noguchi solicitó al emperador que iniciara conversaciones de paz con los aliados, meses antes de aquel fatídico agosto de 1945, se pregunta cómo es que este hecho no ha sido debidamente explotado y dado a conocer en un panfleto. Sabe que su marido se opondrá a un folleto tal, y no le quedará más remedio que actuar a sus espaldas, con la complicidad de Yamazaki. Es aquí donde decide hipotecar el Setsugoan y obtener fondos. Realmente piensa que la elección es la tarea que el cielo le ha confiado (p. 146).

Al enterarse que su esposa ha actuado ocultamente, Noguchi monta en cólera, la golpea y le prohíbe ir al Setsugoan. La idea es tenerla como prisionera, vigilada para impedirle cualquier acción. Es más, Noguchi le advierte que en caso de desobedecer, tendrá que divorciarse de ella, cosa que a Kazu le parece terrible: “Si se divorcia de mí, no habrá nadie que cuide de mi tumba cuando yo haya muerto.” (p. 152) Así las cosas, no habrá más remedio que poner a la venta el Setsugoan, a pesar de lo triste y lo difícil que resultará para Kazu abandonarlo.

Nagayama sigue moviendo hilos. Bloqueará los intentos de venta del Setsogoan para poner de rodillas a Noguchi. Tanto le temen los conservadores, que Nagayama propone a Noguchi la retirada del candidato conservador de la elección si Noguchi designa como subgobernador a un miembro del Partido Conservador. Esto le garantizaría el triunfo a Noguchi, pero es tan testarudo que rechaza la oferta. Nagayama entonces intenta chantajear a Kazu advirtiéndole que si Noguchi sigue con su negativa, bloqueará la venta del restaurante. El poder de Nagayama y los manejos oscuros llegan a tal grado que el mismo primer ministro Saeki, miembro del Partido Conservador, llama a un comprador del restaurante para decirle que no compre el inmueble. Es más, promueven los conservadores, a través de un tal Totsuka, antiguo conocido de Kazu, un panfleto difamatorio que lleva por título “La vida de la señora Yuken Noguchi”, en el que la pobre Kazu aparece como una ninfómana que, a través del sexo, logra sus ambiciones. Totsuka exige un millón de yenes por su silencio. Kazu no tiene más remedio que dárselos y, a pesar de ello, el panfleto es distribuido masivamente.

La guerra sucia ha iniciado. Yamazaki informa a los radicales de la compra de votos realizada por los conservadores en diversos distritos, y de que los carteles de Noguchi son arrancados y sustituidos por carteles de Tobita, el candidato rival. Los conservadores emplean su maquinaria pesada: altavoces denigrando la imagen de Noguchi en puntos estratégicos de Tokyo, rumores falsos sobre una grave enfermedad de Noguchi, notas en los diarios diciendo que Noguchi está moribundo, etcétera. Kazu está desesperada:

“¡Qué cosa tan sucia! ¡Y hacernos esto en el último minuto! Si provoca nuestra derrota en las elecciones, moriré, eso es seguro. He perdido todo lo que tenía. ¡Pero si somos vencidos por culpa de esto, mataré a quien lo hizo!” (p. 187)


Las elecciones tienen lugar un 15 de agosto. Noguchi pierde por corto margen. Kazu sabe que la derrota se debió a trampas siniestras de los conservadores, y al dinero que invirtieron en la candidatura de Tobita:

“El dinero corría por las calles con loco frenesí para apoderarse de los espiritualmente depravados y de los acosados por pobreza. El dinero brillaba como un sol a través de las nubes, un sol maligno y funesto.” (p. 194)


Expresar palabras de apoyo al candidato perdedor equivale a dar un pésame. La noche de la elección, la casa de Noguchi parece un velorio. Él y Kazu lloran ante la mirada triste del fiel Yamazaki. Noguchi sabe que todo terminó y renuncia para siempre a la política. Kazu está dispuesta a pelear, pues sabe que perdieron por la trampa, por el dinero, por la influencia del mismo primer ministro Saeki y por los trucos sucios de Nagayama. Los conservadores violaron la ley a más no poder y Kazu pregunta a Yamazaki si, ante tanta violación, existe aún algún medio para impugnar y derribar a Tobita.

Kazu está acabada. Tiene una onerosa deuda que pagar y sobre el Setsugoan pesan tres hipotecas. Está derrotada y quebrada. Ahora bien, si el Partido Conservador ganó a base de dinero y medios sucios, es justo que dicho partido compense a Kazu por la pérdida del Setsugoan. Kazu se pondrá en contacto con Sawamura, figura importantísima del conservadurismo que ha ocupado varias veces el cargo de primer ministro, para que la ayude. Sawamura sabe que su partido no se valió de medios limpios para ganar y de algún modo accede a firmar el libro de suscripciones que Kazu le lleva. Ella sabe que si Sawamura firma, nadie podrá negarse a darle apoyo. Sawamura acepta hacer una aportación simbólica y escribe en el libro: “Diez mil yenes. In Sawamura.” Con esta firma, las aportaciones del mimso Saeki, de Nagayama y demás miembros del Partido Conservador y de importantes hombres del mundo financiero, están garantizadas. El mismo Nagayama, que será severamente reprendido por Kazu –“eres lo más bajo de la especie humana”, le increpa Kazu a propósito del panfleto difamatorio (p. 236)– firmará el libro con trescientos mil yenes y hará las gestiones necesarias para que Yamanashi, del Banco Imperial, dé la mayor cantidad de dinero posible. Así pues, el Setsugoan se ha salvado. Claro que el hecho de pedir dinero a quienes vencieron a su marido en las elecciones no puede tener una consecuencia feliz, y Kazu lo sabe. Sabe que cuando Noguchi se entere, su matrimonio estará acabado. Tendrá que elegir entre el Setsugoan y su independencia, o su matrimonio y la implícita sumisión a su marido.

A fin de cuentas, Noguchi representa –a pesar de ser el candidato progresista– a ese Japón austero y anticuado, patriarcal y tradicionalista, mientras que, a mi parecer, Kazu representa al nuevo Japón, más moderno e independiente. Así entendido, Después del banquete es una metáfora.

Noguchi finalmente confronta a su esposa. A su juicio, la actitud de Kazu es equiparable a la infidelidad:

“La castidad política de una adúltera y la traición política de una mujer casta representan el mismo tipo de inmoralidad. El peor crimen de un acto de traición consistía en extender la infección a sucesivas personas, acelerando así el colapso de toda la estructura de principios. Según su anticuada filosofía política de estilo chino, el hecho de que Kazu hubiese hecho circular un libro de suscripciones entre los enemigos políticos de Noguchi equivalía a un adulterio: se había ‘acostado’ con aquellos hombres.” (p. 245)


Aún así, Noguchi está dispuesto a perdonarla si abandona sus planes de reabrir el Setsugoan. Kazu seguirá adelante, pagará la deuda que tiene, reabrirá el restaurante y seguirá con su vida. El libro termina con una carta que le manda Yamazaki, y en la cual se congratula de la reapertura próxima del Setsugoan y confirma su asistencia. Rescato algunas de estas últimas líneas que expresan la esencia de la política, no solo en Japón, sino en cualquier lugar del mundo:

“Pero ahora me parece –escribe Yamazaki– que no cabe decir de las elecciones que fueran un infortunio en un sentido auténtico, porque acabó con todo género de falsa identidad y determinó que el señor Noguchi y usted se mostraran mutuamente sus verdaderas personalidades. He estado chapoteando largo tiempo en el lodazal de la política y, en realidad, ha llegado a gustarme. Allí la corrupción limpia a las gentes, la hipocresía revela el carácter humano más que una tibia honestidad y el vicio puede, al menos por un instante, resucitar una confianza abandonada… De la misma manera que cuando usted lanza la ropa a una centrifugadora para que se seque, gira tan de prisa que la camisa o la ropa interior arrojadas desparecen ante sus ojos; así, lo que normalmente llamamos naturaleza humana desaparece instantáneamente en el torbellino de la política.” (p. 257)


Después del banquete es una novela que vale la pena leer. Más aún en tiempos electorales, como los que ahora vive mi país.

Venus Rex


Kimitake Hiraoka, mejor conocido como Yukio Mishima