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martes, 29 de octubre de 2013

El nombre de la rosa, de Umberto Eco. Filosofía, Teología y trama policiaca

El nombre de la rosa, de Umberto Eco

Filosofía y Teología en una trama policiaca
Por Venus Rey Jr

El nombre de la rosa
Umberto Eco
Editorial Lumen, 670 pp.
Calificación: 

 No pierdas tu tiempo
 Solo para fans del autor o interesados en el tema
 Vale la pena leerlo
 Muy recomendable
 Absolutamente imprescindible

Ahora comparto con ustedes “El nombre de la rosa”, del italiano Umberto Eco.
Se trata de una novela filosófica y policiaca, llena de referencias y simbolismos; una novela fascinante que causa adicción.

Guillermo de Baskerville y Adso von Melk, en la película de JJ Annaud
Destacan seis líneas argumentativas entre las muchas de la complicada trama:

1. Una serie de asesinatos dentro de una abadía al norte de Italia. Las víctimas son monjes.

2. La investigación de dichos asesinatos por parte del franciscano Guillermo de Baskerville y su discípulo, el joven Adso von Melk.   

3. La disputa doctrinaria para determinar si la postura franciscana de la pobreza es o no herejía. La disputa será dirimida por representantes del papa y de los franciscanos en esta misma abadía.

4. Un proceso inquisitorio incoado por el terrible Bernardo Gui. Este personaje representa el fanatismo y la intransigencia del clero.

5. El ocultamiento de un libro por parte de Jorge de Burgos, bibliotecario de la abadía. Este libro contiene un secreto que nadie debe saber.

6. La breve historia de amor entre el novicio Adso von Melk y una joven mujer, que se ve involucrada en el proceso inquisitorial.

Valentina Vargas y Christian Slater en una escena del film "El nombre de la rosa", basado en la novela de Eco.

Además de estas líneas argumentativas, están las referencias filosóficas y literarias. No me puedo referir a todas, pero por lo menos sí a estas:

Edición italiana
1. Guillermo de Baskerville es fraile, es franciscano y es escocés, igual que el filósofo nominalista William of Ockham. Entre líneas leo la disputa entre la escolástica clásica del siglo XIII y el nominalismo del XIV, éste último piedra inaugural del empirismo. Y leo que en esa disputa triunfa el nominalismo. El incendio de la biblioteca es una metáfora de la caída de la escolástica. El mismo título de la novela, que casi nadie entiende, es eso: el nominalismo: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus (de la rosa solo queda el nombre).

2. Jorge de Burgos, cuya lengua es el castellano medieval, es Jorge Luis Borges, cuya lengua es el castellano moderno. Los dos son venerables ancianos, eruditos, guardianes de libros y están ciegos. Pero la referencia no es tanto a sus personas, sino a que la biblioteca de la abadía –estructura y arquitectura, fantásticas, por cierto– está inspirada en dos relatos del argentino: la “Biblioteca de Babel” y “El sendero de los caminos que se bifurcan”. Ambos relatos aparecen en el volumen "Ficciones".

Jorge de Burgos, según el film de JJ Annaud

3. El supuesto libro II de la “Poética” de Aristóteles, cuya única copia resguarda Jorge de Burgos, contiene un secreto que nadie debe saber, so pena de perder la vida. Todos lo monjes que han leído ese libro han muerto. ¿Cuál es el terrible secreto que contiene? No sé si decirlo, porque podría estropear la lectura que de esta novela esté haciendo alguien. Lo diré, así que si no quieren saber, ya no sigan leyendo: la risa. 

Alegoría de la lujuria, de Bronzino
La risa, según Jorge de Burgos, es diabólica, denota ligereza, frivolidad, lascivia; según él, Cristo nunca rió –no conozco ningún Cristo en el arte occidental que aparezca riendo–. Jorge de Burgos ha envenenado las páginas del supuesto libro II de la “Poética”, que trata sobre la risa, y como los monjes que lo leen usan saliva para cambiar la página, pues mueren. 

Una vez que Guillermo de Baskerville descubre los crímenes, Jorge de Burgos prefiere que la biblioteca entera arda y todo su saber se pierda, antes de que el supuesto libro de Aristóteles caiga en manos del fraile. La caída de la biblioteca y de la abadía –así como la muerte del inquisidor Bernardo Gui– representa, entre líneas, la caída del medioevo y de la intransigencia religiosa.

Guillermo de Baskerville intenta en vano salvar libros mientras la biblioteca arde

Podría escribir mucho más acerca de esta extraordinaria novela, pero nada como leerla. 

Me despido comentándoles que tal vez la rosa sea esa chica con la que el joven Adso von Melk perdió la virginidad, esa misma chica que es torturada cruel e injustamente durante el proceso inquisitorial. Esa hermosa chica fue el único amor en la vida de Adso, quien en el libro de Eco es el narrador, y narra desde la ancianidad. Y de esa chica (la rosa) ni siquiera Adso conserva el nombre. El nombre de la rosa.

Escena del film "El nombre de la rosa", de JJ Annaud.

 Como todos los libros que leo, la fecha de fin de lectura fue el 5 de noviembre de 1998.

Venus Rey Jr, también conocido como Venus Rex

lunes, 17 de diciembre de 2012

El Fin del Mundo, Berkeley y los Mayas


Cápsula Filosófica No. 6
Acerca del fin del mundo




Chichén Itza
Todo mundo habla, en broma o en serio, del inminente fin del mundo, que, según la profecía maya, tendrá lugar este viernes 21 de diciembre de 2012. Pero, ¿quién ha leído directamente la famosa profecía? Yo creo que nadie, o muy pocos. Es más, habría que preguntar dónde la leyeron. Desde luego que el mundo seguirá millones de años más. Esto del fin del mundo, según los mayas, no deja de ser anecdótico. El verdadero fin del mundo es otro.

Berkeley
Georges Berkeley (1685-1753), uno de los grandes filósofos del empirismo, afirmó que el ser era el-ser-percibido. ¿Qué significa esto? Pensemos en una cueva en la región boreal de la luna Europa, o en la luna de un planeta a millones de años luz de aquí. ¿Existe? En términos absolutos, existe; en términos relativos, es decir, para cada uno de nosotros, pues no existe. Pensemos en una persona que viva en India, que se llame Indira o Naya, que tenga aproximadamente nuestra edad. Seguro que habrá alguien en India con estas características. ¿Existe? En términos absolutos sí, porque si vamos a India y lo buscamos, seguro lo encontramos; en términos relativos, no. ¿Por qué? Porque ni Indira ni Naya forman parte de mi horizonte de percepciones. Ni yo existo para él o ella, porque no soy parte de su horizonte de percepciones. Lo mismo podríamos decir de una especie inteligente que habite en un planeta más allá de nuestro universo observable: no existen para mí, ni yo para ellos.

Póster del film "Matrix"
Nuestro universo se reduce a nuestro horizonte pasado y presente de percepciones, y, si nos ponemos muy rigoristas, nuestro universo está conformado sólo por la percepción presente. Así como existe una distinción entre el universo total y el universo observable, así existe una distinción entre la realidad total y nuestro reducido horizonte de percepciones presente; y esto último es todo nuestro universo. Por esta razón, en cierto sentido (ya lo ha dicho el mismo Berkeley, o Kant), el hombre da unidad al universo, lo construye. En el caso de Berkeley, las cosas llegan al extremo: no existe más realidad que las mentes y las ideas. Y por eso, el día que morimos, el día que cerramos para siempre nuestros ojos, ese día se diluye y desaparece por completo el universo en términos relativos, es decir, para cada uno de nosotros. Ese día es el fin del mundo.

Ustedes dirán que el planteamiento de Berkeley es insensato, pues si yo doy realidad a las cosas por el hecho de percibirlas, al no percibirlas, ¿dejan las cosas de ser? El mismo Berkeley pone de ejemplo su escritorio: es, en tanto lo percibe; si no lo percibe, no es. Entonces, ¿el escritorio sale y entra a la existencia según lo perciba Berkeley? En cierto sentido sí. Aunque sabemos que, lo perciba o no lo perciba, de todos modos ahí está el escritorio. A fin de cuentas, uno es el que percibe: en el momento en que veo la inmensa y majestuosa Ciudad de México a mis pies, en ese momento la Ciudad de México es percibida por mí, y existe para mí y para cualquiera que la perciba. Pero yo no puedo percibir por lo demás, y por eso la percepción de los otros me es ajena e indiferente. La Ciudad de México está ahí, sólo percibida por mi espíritu. Si en este momento muriera, la Ciudad de México dejaría de ser percibida por mí y caería, conmigo, en la negritud de la nada. Así, la realidad existe sólo para mí, espíritu que percibe, y para cualquier otro que perciba; en última instancia, todo existe en Dios, dice Berkeley, cuando no es percibido por nosotros, y así se evita el problema de que las cosas entren y salgan de la existencia según sean o no percibidas. Claro que el razonamiento es muy complejo. Yo sólo trato de expresar las líneas maestras de dicho razonamiento.

Ciudad de México

Volviendo al tema del fin del mundo, hace poco más de un año falleció mi abuela, justo en mayo de 2011, cuando todo mundo hablaba del fin del mundo que había vaticinado Harold Camping. Desde luego no pasó nada. Pero ciertamente ocurrió el fin del mundo para mi abuela. En ese momento entendí la doctrina de Berkeley. 

Un abrazo a todos. Venus ReX.

viernes, 12 de octubre de 2012

¿Hay vida después de la muerte?

Cápsula Filosófica No. 5
¿Hay vida después de la muerte?


Hola, amigos. Hoy quiero hablar sobre la muerte. ¿Será el fin, o es el principio? Sé que hay respuestas en ambos sentidos. Lo que sí debo subrayar es que no existe ninguna evidencia o prueba empírica que señale de algún modo una existencia más allá de esta vida terrenal. 


Ya lo decía el gran Stephen Hawking: 
Concibo al cerebro como un computadora que dejará de funcionar cuando sus componentes fallen. No hay paraíso ni vida después de la muerte para las computadoras que ya no sirven; es un cuento de hadas para la gente que teme a la oscuridad.

Darwin
 Más aún, en una de sus más controvertidas declaraciones sostiene que “no es necesario Dios para explicar el universo”. Un poco lo que pasó con Darwin: desde él, ya no fue necesario Dios para explicar la biodiversidad.
Hawking y Obama
 Los creyentes encuentran molestas estas declaraciones, y casi siempre esgrimen argumentos ad hominem para refutar. Pero un argumento ad hominem no refuta nada. Lo cierto, queramos o no –y en mi caso no querría, porque soy creyente–, es que no existe nada, desde el punto de vista de las ciencias naturales, que nos haga suponer que habrá una vida después de la muerte. El día que cada uno de nosotros muera, ese día dejará de existir el universo –para cada uno de nosotros, claro está–. A esto podría argüirse que el hecho de que no existan pruebas de algo no prueba que ese algo no exista (argumento ad ignorantiam): los europeos del s. XII no tenían ninguna evidencia de la existencia de lo que hoy es Nueva Zelanda, y, desde luego, esa isla existía. 
Aficionada del equipo nacional neo zelandés de Rugby
Tal vez, como piensan Hawking y muchos más, el hombre, ese ser que reputamos espiritual, no sea más que la evolución alcanzando la fase del pensamiento, y no Dios insuflando el hálito de vida a cada alma; y en esto Hawking coincidiría con el materialismo. 
Los teístas y quienes sostienen la existencia del espíritu, dirían que es imposible que el pensamiento surja de la materia, que hay un salto insalvable. Yo trato de creer en esto, pero me doy cuenta que lo único que tengo para afirmar la vida después de la muerte es la filosofía; y ni siquiera toda la filosofía, sino tan solo una corriente filosófica. Todo sistema filosófico será verdadero en la medida en que uno acepte sus presupuestos. De ahí que no pueda haber ningún entendimiento entre un materialista y un tomista; el uno dirá que el otro nada entiende y será un diálogo de sordos.
Paris Hilton hablando por teléfono
Y nosotros aquí, con esta preocupación trascendental –bueno, tal vez desde la óptica de Paris Hilton no exista esta preocupación–. Porque no es lo mismo que exista vida después de la muerte a que no haya nada. En mi opinión, de no haber nada, de ser esta existencia lo único, casi nada tendría sentido, y prácticamente no habría diferencia entre la muerte de un bonobo y la de un ser humano.

Me aterra pensar que no hay nada en las ciencias naturales que me indique vida en el más allá; por el contrario, todo señala que esta vida lo es todo. Me aterra pensar que lo único que me queda es la filosofía, y la fe. Parafraseando a Pavese: “verrà la morte e avrà i miei occhi”. Reciban todos un abrazo.
Cesare Pavese, genial poeta italiano

Venus ReX

lunes, 16 de julio de 2012

¿Dios creó el mundo, o fue el Demonio?


Cápsula Filosófica No. 4
¿Dios creó el mundo, o fue el Demonio?
El beso del vampiro, de Boris Vallejo
El mundo sensible resulta tan imperfecto y tan lleno de miseria, que uno se pregunta si realmente es la obra de un Dios perfecto y todopoderoso.
Platón no concebía cómo Dios pudiera crear tanta fealdad, de modo que simplemente negó que el mundo sensible proviniera de la Idea Absoluta de Bien. Entonces habló del demiurgo

Para algunas corrientes gnósticas, el demiurgo es Yahvé, dios del antiguo testamento, a quien conciben como un ser despiadado, cruel, celoso y vengativo. Creó el mundo como parodia del mundo espiritual creado por Dios. Cuando Satán intentó advertir a los hombres, a través de la figura de Adán, que estaban sirviendo al demonio, Yahvé se dio cuenta, se vengó de Satán y castigó severamente al hombre.
Estas ideas podrían parecer descabelladas, pero nos remiten al problema filosófico del mal, que abordaré más adelante. Por ahora que baste con citar a Schopenhauer: 

Si Dios ha hecho este mundo, yo no quisiera ser Dios. La miseria del mundo me desgarraría el corazón. 

 O esta otra: 

Si nos imaginamos la existencia de un demonio creador, hay derecho a gritarle, enseñándole su creación: "¿Cómo te has atrevido a interrumpir el sacro reposo de la nada, para hacer surgir tal masa de desdichas y angustias?"
Reciban todos un abrazo, pero no de este vampiro.
Venus ReX

miércoles, 6 de junio de 2012

Atracción Sexual y Filosofía

Cápsula Filosófica No. 3
Ley de la atracción sexual, según Schopenhauer


¿Por qué los hombres no pueden resistirse ante un bonito derrière
Obama y Sarkozy
 Tampoco las mujeres, si les atrae un hombre, pueden contenerse. 


 ¿Por qué? 

Hay muchas respuestas. 

Arthur Schopenhauer
Veamos la de Schopenhauer (†1860). Este agudo filósofo alemán habla de una Voluntad de vivir; una Voluntad (la Naturaleza), con mayúscula, que se manifiesta en el instinto y en la conciencia de cada individuo. El sentimiento de amor se apodera del sujeto y lo hace esclavo e instrumento de la Voluntad (Naturaleza), y así ésta logra sus fines: que la especie se perpetúe. Si uno dirige su deseo hacia otro, a través de la mirada o de las palabras, no es por otra cosa que por considerarlo compañero o compañera sexual. 

JLo
Diría el filósofo: si yo veo pasar a una chica y detengo mi mirada en su derrière, es porque me parece una buena compañera sexual con la cual podría tener buen sexo, y, en consecuencia, con la cual podría tener descendencia. Y lo mismo ellas cuando no pueden evitar ver a un hombre. 

Ya decía Freud que todo individuo quiere poseer sexualmente a todos aquellos que sean objeto de su deseo. 

El amor romántico, diría Schopenhauer, es la manifestación cursi de esa fuerza ciega, arrebatada y egoísta. 

Así que ya saben amigos, amigas: nada de “oh, me gusta tu espíritu", o "ah, tu forma de ser", o "cielos, tu ser interior", y menos aún un "oh, Dios, me importa lo de adentro, no lo de afuera” y cosas por el estilo. 
Las realidad no es tan inocente como uno cree.
Abrazos y besos a todos!

VeNuS rEx
 

miércoles, 11 de enero de 2012

No. 70 Filosofía y Arte. El experimento de Wright.

Título: Experimento con un pájaro en una pompa de aire.

Autor: Joseph Wright of Derby (inglés. n. 1734. m. 1797)

Fecha de composición: 1768.

Dimensiones: 182 x 243 cm.

Técnica: Óleo sobre lienzo.

Residencia: National Gallery, Londres.



Este cuadro de Wright es uno de los más impresionantes que conozco. Tuve el privilegio de verlo “en vivo” en Londres. Todo lo que diga al respecto será poco. Hay que verlo; hay que enfrentarlo; hay que dejarse arrastrar por la experiencia estética.

Este cuadro es mucho más de lo que parece. Además de ser una obra técnicamente perfecta, constituye un compendio de filosofía en donde convergen el espíritu empirista inglés, el racionalismo continental y la teología meridional, todo en un contexto gótico-romántico que exalta la oscuridad y la luz. Parece increíble que todo esto conviva en una sola obra.

Es una tarea imposible dar cuenta de todos los elementos de este cuadro en unas breves líneas, de modo que me limitaré a subrayar sólo algunos aspectos.


Empecemos con el personaje principal: el filósofo natural, denominación que recibían los científicos hasta finales del siglo XVIII. El filósofo toma el papel del Creador, y se erige como el Padre omnipotente que todo lo puede: es el científico como imagen y semejanza de Dios. A través de la ciencia es capaz de revelar los secretos del cosmos y determinar la vida y la muerte. Observen cómo en sus manos una máquina es manipulada. Se trata de una bomba de aire que es capaz de producir el vacío, inventada por el científico alemán Guericke un siglo antes. En la pompa yace un ave a punto de morir, pues el aire ha sido extraído por la máquina. Pero el filósofo tiene en sus manos el poder de la vida: si libera la válvula que sostiene en la mano izquierda, el ave vivirá. ¿Qué reacciones suscita tan terrible poder?








Hay un niño junto a la ventana, en la esquina derecha del cuadro, que se dispone a bajar la jaula. El niño sabe que el ave vivirá, y por eso baja la jaula, para guardar al animal. La salvación es inminente. Pero hay dos niñas compungidas. Una de plano llora y la otra observa al ave con una mueca de espanto. Se abrazan aterrorizadas, y su padre las consuela. Se trata del consuelo de la razón, que ante el sentimiento deviene impotente. Parece que el pintor nos dice: “la razón nada consuela, a pesar de que todo lo puede”; y el padre muestra una expresión en el rostro, como si dijese: “hija mía, todo tiene una explicación...” Pero las niñas no entienden de razones. Representan, quizá, el espíritu romántico que se siente desvalido ante la naturaleza, y olvidado por el dios que habitó Europa durante siglos.



Hay un hombre canoso, a la derecha, que observa embelesado un recipiente en el centro de la mesa. Ahí se puede observar un cráneo humano. Justo detrás del cráneo hay una vela, principal fuente luminosa de la composición. El hombre parece meditar sobre la muerte. La luz detrás de la vela parece simbolizar a la razón, verdadera fuente de todo conocimiento, que mora más allá de todo prejuicio o creencia. Este hombre no observa el experimento del filósofo, como si la ciencia no le dijese nada. Por el contrario, se desentiende del experimento, en una reacción que revela sus convicciones sobre las limitaciones de la ciencia y el progreso. Este hombre bien podría representar a los filósofos continentales, especialmente los alemanes.

Hay otro hombre, sentado a la izquierda. Este hombre parece sereno. Observa el experimento con interés, pero sin entusiasmo, como si fuese la cosa más natural y obvia. Un verdadero scholar inglés, diríamos. Su mirada podría estar reprochando los consuelos racionalistas del padre hacia sus hijas. Quizá este hombre está interpretando el papel escéptico y sarcástico de Hume. Atrás de él hay un niño que observa con fascinación la pompa de aire. Es el joven científico llamado a sustituir algún día al viejo filósofo. Aunque Darwin no había nacido en aquellos días, este niño admirado me remite a él. No es coincidencia que Erasmo Darwin, abuelo de Charles, se maravillara ante este cuadro y dijera: “hay que alistar a la imaginación bajo el estandarte de la ciencia”, desiderátum que, desde luego, se vio realizado en su prodigioso nieto. El mismo Charles fue un ferviente admirador de esta obra.





Finalmente, hay dos personajes más: se trata de dos amantes. Ellos se regocijan contemplándose uno al otro. Para ellos nada importa la ciencia, ni la filosofía, ni las meditaciones sobre la vida y la muerte; el universo de los amantes se circunscribe a los dominios del amor. (Por cierto, la chica me recuerda un poco el rostro de Keanu Reeves).








La verdadera luz, parece decirnos el pintor, no está en el cielo, sino aquí, en la ciencia. Y por eso la luna aparece tímida. La principal fuente de luz es la vela detrás del cráneo. Se contrapone así, y de algún modo se resuelve, la tensión entre el dogma, representado por la luna, y la razón, representada por la luz. 



Un cuadro maravilloso. Ojalá sean tan afortunados como un servidor, para vivir en carne propia la maravillosa experiencia estética que ofrece esta inmortal creación.
Reciban todos un abrazo.

VENUS ReX

lunes, 7 de marzo de 2011

No. 50 A que nadie adivina lo que hay en este cuadro. Magritte: el "giro copernicano" en la pintura.

Título: Lo engañoso de las imágenes.


Autor: René Magritte (belga. n. Lessines, 1898. m. Bruselas, 1967)
Fecha de composición: 1929.
Dimensiones: 60 x 81 cm.
Residencia: Los Angeles County Museum of Art.



Estimados amigos:

En esta ocasión les envío un cuadro de Magritte. Se trata, al parecer, de un pipa. Sin embargo, una leyenda expresa con claridad:
Ceci n’est pas une pipe (esto no es una pipa). Si no se trata de una pipa, entonces ¿qué es?



Me gustaría, si me lo permiten, hacer una especie de juego con ustedes. Observen el cuadro y traten de averiguar qué es. El propio Magritte les advierte que no es -como a todas luces parece ser- una pipa. No obstante, el 100% de la gente que pasa desapercibida la leyenda de inmediato dice: ¡vaya, se trata de una pipa! Pero la verdad es que Magritte tiene razón. Lo que aparece en el cuadro no es una pipa. ¿Entonces qué es?

Sería muy interesante conocer sus opiniones [desde una perspectiva lúdica y de retroalimentación, claro está; y no porque yo quiera indagar sus conocimientos artísticos, lo cual sería ridículo de mi parte]. Así que, si no tienen inconveniente y disponen de unos minutos, envíenme sus interpretaciones. (A mis amigos filósofos, artistas e historiadores del arte les suplico que no vayan a “soplar” la respuesta, si es que la saben).

Les puedo adelantar dos pistas:

  • Primera: el cuadro lleva por título “Lo engañoso de las imágenes”.
  • Segunda: Recuerdan el “giro copernicano”. Nicolás Copérnico descubrió, en la primera mitad del siglo XVI, que la tierra no era el centro del universo, que era uno más de tantos planetas que giraban alrededor del sol. Ahora bien, esto pareció ridículo y hasta ingenuo, pues era más que obvio, para los hombres de esas épocas, que la tierra, de acuerdo con la cosmovisión imperante, era el centro del universo. Pero Copérnico tenía razón. Más tarde, a finales del siglo XVIII, Kant dio el “giro copernicano” a la filosofía. Hasta entonces se daba por hecho que había una “realidad” allá afuera, un “orden” que el intelecto podía conocer. Esto era claro y obvio. Pero Kant se preguntó no por la “realidad externa” que se puede conocer, sino cómo conoce la razón y cuáles son las condiciones y posibilidades del conocimiento; es decir, empezó al revés, por la facultad cognoscitiva. Se dio cuenta que el sujeto es quien da unidad al mundo, y no que dicha unidad pertenezca al mundo como algo suyo. Con esto, cambió radicalmente el curso de la filosofía. Finalmente, en lo que a artes plásticas se refiere, Magritte dio el “giro copernicano”. La concepción del arte cambió completamente, no sé si para bien o para mal, pero cambió.

Quedo en espera de sus valiosas opiniones.

Reciban todos un fuerte abrazo.


VENUS

lunes, 31 de enero de 2011

No. 46 Meditaciones sobre la Historia de Italia. Fe, razón y un poco de erotismo, italian style.

Título: Meditaciones sobre la Historia de Italia.
Autor: Franceso Hayez (italiano, 1791-1881)
Fecha de composición: circa 1850.
Dimensiones: 90 x 70 cm.
Lugar de residencia: Italia, colección privada.



Estimados amigos:


Hegel
Hoy quiero compartir con ustedes una obra del pintor italiano Francesco Hayez: Meditaciones sobre la Historia de Italia, realizada alrededor de 1850. La obra en sí misma es bella y provocativa, para no hablar de voluptuosidades y cosas similares; pero lo que me asombra es la forma en que muestra una doctrina filosófica: el historicismo hegeliano.

Aunque muchos de mis amigos son filósofos profesionales, otros muchos no lo son, de manera que convendría decir unas pocas palabras al respecto: concibamos al “espíritu universal” como el héroe de una novela romántica (ver la explicación de Dietrich Schwanitz, La Cultura, Taurus, Madrid, 2002, páginas 160 y 161). El héroe está lleno de contradicciones, y al principio ni siquiera es capaz de entenderse a sí mismo; digamos que no posee autoconciencia. Pero en la medida que la novela avanza (y aquí la novela es la Historia Universal), el héroe va superando sus contradicciones y alcanza una mejor auto-comprensión. Digamos que disuelve las contradicciones hasta lograr la autoconciencia total: tesis, antítesis y síntesis. En una visión tal, el Espíritu Universal, que toma conciencia de sí mismo y se despliega en la Historia, alcanza grados más sublimes de perfección, hasta que en un momento dado logra llegar a la síntesis última. Grosso modo, esta es la visión romántica de la Historia: las cosas no van tan bien como quisiéramos, pero cada vez irán mejor: ¡la historia nos conduce a la salvación!

¿Qué tiene que ver todo esto con un pintor italiano poco conocido? Observen el cuadro: una mujer sentada muestra su seno desnudo; en la mano izquierda sostiene un cruz y en la derecha un libro: Historia de Italia (hagan zoom-in en el libro y verán). De entrada, sin ahondar en simbolismos, el cuadro es tan provocativo que incluso llegaría a ser, para ciertos sectores, hasta irreverente, ofensivo y blasfemo (algo así como el Padre Amaro): ¡un pecho desnudo cerca de la cruz! ¡Una muchacha tan bella que haría pecar a un santo! Las cosas no son tan graves como parecen. El seno desnudo es símbolo de Verdad, la cruz simboliza la Religión, y el libro simboliza la Historia. No es otra cosa que el conocido triángulo amoroso: verdad, fe y razón. Veamos las posibles interpretaciones:

Primera: En el estilo hegeliano diríamos que el espíritu universal está a punto de alcanzar la síntesis última (¡vaya síntesis!), luego que dejó atrás los prejuicios religiosos. ¡Parece que la cruz se le va a caer a la chica de las manos! A fin de cuentas, la Historia deviene mesiánica, a pesar de que la razón se opone a la fe. ¡Vaya paradoja!

Segunda: Un poco naive: La historia de Italia no podría entenderse sin la religión católica; lo cual desde luego es cierto. Italia es la tierra de los papas, y éstos son amigos –y en ocasiones amantes– de la verdad.

Agreguemos algunas más (Rauch, Alexander, La pintura Europea entre dos revoluciones, en Neoclasicismo y Romanticismo, Könemann, páginas 418-419): “¿Opone Hayez en este cuadro la verdad a la fe o sitúa la historia entre la fe y la verdad? ¿Presenta el pecho semidesnudo porque el hombre sólo es capaz de captar a medias la verdad entre la ciencia y la fe? [...] ¿Expresa su mirada -un tanto estrábica, diría yo- la dificultad de decidir entre la fe y el conocimiento, entre la religión y la ciencia? ¿No es incluso una alegoría de la Italia del siglo XIX?”

Vean el cuadro y díganme con cuál se quedan ustedes. Yo me quedo con la chica.

Reciban todos un fuerte abrazo.
Y no se olviden, amigos míos, amantes del vino y las cosas buenas, de ir al Barcelona, en Michoacán 151, Condesa.
Venus ReX


lunes, 6 de septiembre de 2010

No. 28 La Escuela de Atenas


Queridos Amigos:

La Escuela de Atenas, obra que data de 1511, representa la famosa Academia de Platón. El fresco fue creado por Rafael y se encuentra en la Stanza della Segnatura, en los Museos Vaticanos.

Leonardo como Platón
Podemos observar, en el centro de la composición, a dos hombres, uno ya anciano, Platón, el otro más joven, Aristóteles. Platón lleva en su mano izquierda ni más ni menos que El Timeo, y con la derecha apunta hacia el cielo, hacia el mundo de las ideas, patria del alma, verdadera realidad. Aristóteles lleva un libro de Ética (podría asegurar que de sus tres éticas, la que porta es la de Nicómaco) y con la otra mano apunta hacia el suelo, hacia este mundo, hacia la realidad. La postura de Platón representa, pues, su metafísica de ideas; la de Aristóteles encarna su realismo, su hilemorfismo. Quién de los dos tenía razón es algo que no me atrevo a decir, a pesar de que yo mismo me considero platónico.





Miguel Ángel como Heráclito
A la derecha de Platón, digamos a unos dos metros, si observan con atención encontrarán a Sócrates. Viste una toga verde y conversa con donceles. En primer plano, justo frente a Platón, apoyado en un bloque de piedra, vemos ni más ni menos que al gran Migue Ángel haciendo el papel de Heráclito.

En la esquina derecha, hasta abajo, hay un grupo de cuatro hombres. Dos de ellos sostienen globos terráqueos y uno más viste túnica y gorro blancos. Pues bien, el cuarto de esos hombres es el propio Rafael que se autorretrata para la posteridad.

Rafael se autorretrata (primero a la derecha)
La obra emula la disposición de la cena: a la derecha de Platón (¡cuyo rostro es el del mismísimo Leonardo da Vinci!) hay cinco personajes; a la derecha de Aristóteles hay seis, lo que nos da un total de once. Si contamos a los dos protagonistas principales obtendremos el número trece: Cristo y los doce apóstoles, vistos todos de frente. En fin, el fresco está lleno de personajes, algunos mitológicos, otros históricos: Minerva, Apolo, Zoroastro, Euclides, Pitágoras, etcétera.

Lo más sorprendente de todo, desde mi punto de vista, es la perspectiva de la composición. Créanme si les digo que son muy escasas las obras que podrían alcanzar la perfección de perspectiva que Rafael nos regaló en su Escuela de Atenas. El moderno concepto 3D es una nimiedad comparado con Rafael.

Si alguien tuviera la idea hoy en día de hacer un cuadro filosófico, no me imagino la Escuela de Frankfurt o la Escuela de Viena; ¡mucho menos la Escuela de Navarra! Imaginen una composición pictórica en la que Wittgenstein está a punto de cortarse las venas, Kierkegaard está a punto de arrojarse al vacío o Jean Paul Sartre está a punto de vomitar debido a la horrible náusea. Tal vez Heidegger saldría disfrazado de héroe viviendo su existencia auténtica. O quizá Simone de Beauvoir aparecería sodomizando al pobre Jean Paul hasta dejarlo bizco. Camus, sin duda, asesinaría a un árabe. Ni Maritain ni Gilson aparecerían en el cuadro, pues la idea les hubiera resultado pecaminosa. Se me dirá: ¿qué hacen Sartre o Kierkegaard en la Escuela de Viena, o de Frankfurt? Yo diría: ¿Qué hacen Heráclito o Zoroastro en la Escuela de Platón? En fin, aquí ni el ubi ni el quando tienen relevancia. Mejor nos quedamos con Rafael.
Wittgenstein

Sartre
Camus
Reciban todos un fuerte abrazo.
VReX