Agosto 6,
1945. El Enola Gay lanza Little Boy sobre Hiroshima. Los norteamericanos no
querían quedarse tan atrás de los alemanes y los rusos en cuanto a barbarie se
refiere. Y ciertamente lo lograron. Una de las fechas más tristes de la
humanidad.
He aquí una
de las mejores canciones de Bob Dylan, sobre el peligro atómico: A hard rain is
a-gonna fall. La traducción es mía; la hice hace años. (Todavía hay quienes
dudan que Bob Dylan sea un gran poeta... Estos versos deben erradicar cualquier
vacilación)
¿Dónde has
estado, hijo mío de ojos azules?
¿Dónde has
estado, pequeño adorado?
Yo he
deambulado al lado de doce montañas nebulosas,
He caminado y
me he arrastrado en seis carreteras torcidas,
Me he parado
a la mitad de siete bosques tristes,
He estado
enfrente de una docena de océanos muertos,
He estado
diez mil millas en la boca de un cementerio…
Es una lluvia
ácida la que va a caer.
¿Y qué has
escuchado, hijo mío de ojos azules?
¿Qué has
escuchado, pequeño adorado?
Yo escuché el
sonido de un trueno que rugió una advertencia,
Escuché el
rugido de una onda que podría ahogar el mundo entero,
Escuché cien
hombres que tocaban tambores y cuyas manos emitían luces cegadoras,
Escuché diez
mil susurros que nadie escuchaba,
Escuche a un
hambriento, escuché a muchos riendo,
Escuché la
canción de un poeta que murió en el desagüe,
Escuché a un
payaso que lloraba en un callejón…
Es una lluvia
ácida la que va a caer.
¿Con quién te
encontraste, hijo mío de ojos azules?
¿A quién te
encontraste, pequeño adorado?
Yo me encontré
a un niño al lado de un pony muerto,
Me encontré a
un hombre blanco que paseaba a un perro negro,
Me encontré a
una joven con el cuerpo quemado,
Me encontré a
una niña que me dio un arcoiris,
Me encontré a
un hombre herido de amor,
Me encontré a
otro hombre, estaba herido de odio…
Es una lluvia
ácida la que va a caer.
¿Qué harás
ahora, hijo mío de ojos azules?
¿Qué harás
ahora pequeño adorado?
Yo me voy
antes de que la lluvia empiece a caer.
Me dirigiré a
las profundidades del más denso y negro bosque,
Donde los
pueblos son muchos y sus manos están todas vacías,
Donde balas
envenenadas contaminan sus aguas,
Donde el
hogar en el valle es la prisión húmeda y sucia,
Donde la cara
del verdugo está siempre bien escondida,
Donde el
hambre es terrible y las almas son olvidadas,
Donde negro
es el color, donde nada es el número…
Y lo diré y
pensaré y gritaré y respiraré,
Y lo
reflejaré desde la montaña para que todas las almas lo vean,
Y después
caminaré sobre el océano hasta que me hunda,
Y sabré bien
mi canción antes de que empiece a cantarla.
“El sueño de
la mujer del pescador” (Tako to ama), de Katsushika Hokusai (1760-1849), es uno de
los cuadros más impresionantes que he visto. En él se desarrolla una escena que
los dejará sin habla: dos pulpos tienen sexo con una mujer. Mientras el pulpo
grande le practica un cunnilingus, el pequeño se ocupa de besarle la boca y de
estimularle el pezón izquierdo con uno de sus tentáculos. La mujer se ve
totalmente inmersa en el placer. Brutal, diría yo.
Es más, muchos al ver esta
obra sienten una especie de horror que se manifiesta aún físicamente. En otros,
la obra produce una extraña y siniestra fascinación. Picasso, por ejemplo, se
sintió tan atraído a ella que decidió hacer su propia versión en 1903.
Esta obra es
uno de los ejemplos más conocidos del arte shunga, es decir, de la pintura erótica
japonesa.
Quizá para
nosotros, occidentales a fin de cuentas, la imagen sea demasiado fuerte. Yo me
preguntaría, antes de juzgar, si estamos entendiendo el contexto, o si tenemos
alguna noción de lo que significa un pulpo en la cultura japonesa.
Pasífae y el Toro
Veámoslo al
revés: hay cierto erotismo en la tauromaquia –los que están en contra de las
corridas de toros pensarán que lo que digo es un sinsentido–, y quizá por ello
los matadores tienen fama de seductores irresistibles. La tauromaquia surgió en
Creta para exaltar la virilidad, en un contexto dionisiaco, es decir, en un
contexto donde no podía faltar la connotación erótica, orgiástica, exaltada
hasta el punto de la muerte. En efecto, el toro, como animal consagrado no solo
a Poseidón sino también a Dionisio, simboliza virilidad, fecundidad, ímpetu,
fuerza y desenfreno. ¿Será por eso que Pasífae no pudo resistirse al gran toro
con el que procreó al Minotauro?
"Pasífae y el Toro", Vilanova, España, del escultor Óscar Estruga
Si ustedes recuerdan la película Jamón, Jamón, de Bigas Luna, el personaje que
hace Javier Bardem se excita cada vez que se pone a torear. Quizá para un japonés
no tendría ningún sentido decir que la fiesta brava tiene un elemento erótico,
y se horrorizaría al pensar que alguien pudiera albergar semejante idea (es más, a muchos taurinos ni siquiera les pasaría esto por la cabeza). Por
fortuna hay japoneses y occidentales cosmopolitas que pueden alcanzar una
comprensión de culturas ajenas y que, en tal virtud, están en aptitud de
interpretar obras de arte o costumbres que, de otro modo, les serían
completamente inaccesibles.
Tako to ama, detalle
El pulpo,
según entiendo, tiene en la cultura japonesa una connotación erótica. Y no hace
falta ser un mago para saberlo, ni ser japonés, pues cualquiera llegaría a esta
conclusión a partir de los numerosos ejemplos de shunga en donde este animal aparece en
situaciones sexuales con mujeres, y a juzgar por el género “Tentacle Erotica” (shokushu
goukan), surgido en
Japón a finales del siglo XVIII, y muy común en el Hentai actual. En el macho, uno de los tentáculos
es el órgano sexual: de ahí el Tentacle Erotica. Con esto en consideración podemos
empezar a entender un poco el cuadro de Hokusai. Si bien muchos han dicho que
se trata de una escena de violación (shokushu goukan), lo cierto es que no, y ello por
dos razones: 1) la mujer está en medio de un intenso éxtasis, lo cual no
sucedería si estuviera siendo violentada; y 2) los textos que aparecen en el
cuadro, si se traducen, expresan gozo por todos los involucrados en el acto
sexual. Más que un gang bang, el cuadro es un ménage à trois, placentero, consensuado, intensamente disfrutado
por todos los participantes. Es más, ¡de la traducción del texto sabemos que el
pulpo pequeño es hijo del pulpo grande!
Así que,
amigos míos, la siguiente vez que vayan a un restaurante japonés, no se olviden
de disfrutar unos ricos y deliciosos pulpos, ya sea en sashimi o en nigiri. Y mientras se deleitan, no dejen de
recordar esta imagen clásica del erotismo japonés.
Solo para fans del autor o interesados en el tema
Vale la pena leerlo
Muy recomendable
Absolutamente imprescindible
Seda es una novela corta, o cuento largo, muy célebre;
se lee en menos de hora y media. Fue escrita por Alessandro Baricco en 1996. Es
la obra más conocida de este destacado autor italiano, y a ella le debe su fama
internacional. La novela ha sido traducida a varios idiomas, incluidos, desde
luego, inglés, francés, alemán, español y portugués. Existe una versión
cinematográfica de 2007, del director francés François Girard, protagonizada
por Michael Pitt, Keira Knightley, Alfred Molina y Miki Nakatani.
Los
temas
Seda es una novela erótica. El tema principal es el
deseo y la obsesión. Pero también es una novela de amor; de amor a prueba de
todo. Por un lado, el protagonista está obsesionado con la concubina de un
cacique japonés. Por otro lado, la esposa del protagonista no dejará de amarle
y le dará una prueba de amor impresionante.
Personajes
principales
Hervé Joncour, joven comerciante de seda.
Hélène, esposa de Joncour.
Baldabiou, líder de los sericultores de Lavilledieu.
Hara Kei, cacique japonés, contrabandista de seda.
Una mujer, concubina/amante de Hara Kei, y de la cual nunca
sabemos su nombre.
Argumento
(La novela en unas cuantas líneas)
Edición italiana
Lavilledieu es una
pequeña localidad francesa que vive casi totalmente de la sericultura. Los
huevos del gusano de seda son importados desde Siria y Egipto, hasta que una
plaga obliga a los sericultores a buscar seda en Japón. Hervé Joncour hace el
viaje y conoce a Hara Kei, contrabandista de seda. Hervé Joncour queda
totalmente impresionado por la belleza de la joven amante/concubina de Hara
Kei. Entre Joncour y la mujer surgirá un deseo erótico. Un folio que ella le
entrega lo insta a volver. Está obsesión llevará a Joncour varias veces de
regreso a Japón, aún cuando ya no sea necesario traer huevos desde allá. Hélène
sutilmente se dará cuenta de que algo mueve y obsesiona a su marido. Después
del cuarto viaje, Joncour recibe una carta escrita en caligrafía japonesa. Más
tarde muere Hélène. Joncour recurre a una japonesa (la misma que antes le
tradujo el folio que lo instaba a regresar a Japón) para que le traduzca la
carta. Se trata de una carta de amor, llena de pasión y erotismo, que revela un
amor inmenso. Joncour se da cuenta que la carta fue escrita por Hélène y no por
la misteriosa concubina de Hara Kei.
Las acciones principales
tienen lugar entre 1861 y 1865, aunque los hechos se expanden y tienen
repercusiones hasta finales de ese siglo.
Análisis
y reflexiones
Foto de la película "Silk", de François Girard
La historia comienza con
la introducción del personaje principal y una referencia temporal: es 1861,
Flaubert escribe y Lincoln sostiene una guerra; Hervé Joncour tiene un oficio
extraño: compra y vende gusanos de seda. Joncour vive en Lavilledieu y está
casado con Hélène. Todos los años Joncour realiza una travesía: parte en enero
rumbo a Siria y Egipto, compra los huevos de gusano y vuelve a principios de
abril, deja los huevos a punto, listos para la venta, y descansa el resto del
año. Digamos que es una vida bastante regular, sin sobresaltos, o, como escribe
Baricco con gran belleza poética, Jancour es “uno de esos hombres a los que les
gusta asistir a su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de
vivirla.”
“Se habrá notado que
ellos observan su propio destino del modo en que la mayoría suele observar un
día de lluvia.” (p. 11)
Esta rutina se verá rota
por una epidemia que causará estragos en el mundo de la seda. Lavilledieu es
una pequeña localidad que vive casi por completo de este producto, así que la
epidemia la pone en jaque. La preocupación es grande entre los mercaderes. El
líder de ellos, quien en su momento inauguró este comercio y transformó la vida
de la localidad, Baldabiou, sabe que, dado que Japón es una isla, los gusanos
allá no han sido contaminados, de modo que sería posible traer huevecillos
desde aquella lejanísima tierra y salvar así la actividad económica principal
de la ciudad.
Edición en portugués
La introducción de
Baldabiou es por demás pintoresca. Baricco refiere la anécdota según la cual,
veinte años atrás, el inquieto personaje se presentó en la oficina del alcalde
con una bufanda de seda y le preguntó que si sabía qué era eso. El alcalde,
naturalmente, dijo que eran cosas de mujeres; pero no, Baldabiou sabe que es
dinero, cosas de hombre. Pasados siete meses, Baldabiou regresó y puso treinta
mil francos sobre la mesa del alcalde, quien dijo, al ser cuestionado, que eso
era plata. Baldabiou dice: “se equivoca. Es la prueba de que usted es un
pendejo.” Así es como la apacible Lavilledieu adopta el negocio de la seda.
Hay, pues, una epidemia
en los huevos de Siria y Egipto. Hay que traerlos de otro lado. Los
comerciantes de Lavilledieu no tienen la menor idea de qué es ni dónde está
Japón. Está hasta el fin del mundo, dice Baldabiou. La única manera en que
pueden sobrevivir estos comerciantes es trayendo los huevos desde allá. Además,
la mejor seda, la más bella sobre el planeta, es, sin duda, la japonesa. De
nuevo la imagen poética es sobresaliente:
“Una vez había tenido
entre los dedos un velo tejido con hilo de seda japonés. Era como tener entre
los dedos la nada.”
Japón está aislado.
¿Quién hará el trabajo de contrabandista? Naturalmente Joncour. Los
comerciantes se organizan y reúnen el dinero necesario para la expedición.
Joncour se despide de su mujer –de voz bellísima, dice Baricco- y sale de la
ciudad el día 6 de octubre. La ruta, que se repetirá en varias ocasiones, es
esta: frontera francesa, Württemberg, Baviera, Austria, Viena, Budapest, Kiev,
estepa rusa, montes Urales, Siberia, lago Baikal, frontera china, Sabirk en el
Pacífico, Cabo Teraya en Japón, Ishikawa, Toyama, Niigata, Fukushima y Shirakawa.
Enorme viaje. Joncour cumple su misión y se dispone a regresar de inmediato a
Francia, pero alguien lo detiene. Un tal Hara Kei desea verlo.
Hara Kei es una especie
de cacique, de contrabandista y de señor de la seda, de modo que quien quisiese
sacar huevecillos del Japón, necesariamente tendría que tratar con él. La
escena del encuentro es fantástica: una mujer muy joven junto a Hara Kei, como
una especie de gata a la que se acaricia y que posa su cabeza sobre el regazo
del amo, es el signo de poder de aquel cacique. Las miradas de la mujer y de
Joncour se cruzan y crean en el lector una muy sutil y fina atmósfera erótica:
los ojos de ella se clavan en los de él, “con una intensidad desconcertante”
(p. 30). Casi podría decirse que Baricco escribe como si fuera un autor
japonés, con esa economía de palabras, con esa riqueza de imágenes, y dejando
mucho a la imaginación del lector.
“Volvió a apoyar la
cabeza sobre el regazo de Hara Kei. Los ojos abiertos, fijos en los de Hervé
Joncour.”(p.32)
Hara Kei advierte a
Joncour que los huevos que lleva son de pez, y que no valen nada. Quizá por eso
el francés ha pagado con oro falso, ríe el cacique. Sin embargo harán trato.
Joncour se llevará huevos genuinos y una vez que salga de la isla pagará a Hara
Kei. Fin del encuentro.
“La última cosa que
vio [Joncour], antes de salir, fueron los ojos de ella fijos en los suyos,
perfectamente mudos.”(p, 34)
Edición en inglés
El viaje es un éxito. Los
huevos resultan ser maravillosos y la producción de seda de ese año en
Lavilledieu es más que sobresaliente. El mismo Joncour se ha hecho rico y ha
comprado tierra. A principios del otoño, en octubre de 1862, Joncour vuelve a
Japón. Se encuentra con Hara Kei y la enigmática mujer en un bosque, junto a un
lago. A lo lejos, las miradas de la mujer y del francés se cruzan de nuevo. Al
parecer entre ellos está creciendo un impulso erótico que no podrán contener.
Unos pasos más por el sendero, Joncour llega a donde Hara Kei. La ropa de la
mujer está en el suelo, a sus pies. Las olas circulares en el lago “como
enviadas allí desde lejos” (p. 40) revelan que la mujer nada desnuda –con esta
imagen inicia el film de François Girard, Silk, basado en la novela de Baricco–. Joncour pasará
unos días atendido como un rey, y poco antes de partir preguntará a Hara Kei
por la mujer. Claro, no obtendrá respuesta.
En la morada del cacique,
en el último día de su estancia, Joncour se maravilla con la jaula de pájaros,
“algunos más costosos que toda la seda de Lavilladieu.”
“Recordó haber leído
en un libro que los hombres orientales, para honrar la fidelidad de sus
amantes, no acostumbraban regalarles joyas: sino pájaros refinados y
bellísimos”. (p. 45)
Esta frase es como la
seda. Hara Kei honra majestuosamente la fidelidad de su amante. El nombre de la
novela no solo se debe al tema, sino a la forma en que está escrita. Frases
sutilísimas que acarician al lector. Y he aquí un extraño encuentro: mientras
Joncour se baña en su estancia, alguien pone sobre sus ojos un paño húmedo. Es
una mujer, no vieja como las que lo asisten en el baño cada noche, sino joven.
Joncour intenta quitarse el paño, pero la mujer lo impide. Ello lo seca y lo
acaricia: “Sintió la levedad de un velo de seda que bajaba sobre él” (p. 47).
Es acariciado en todo el cuerpo. La mujer abre la mano de Joncour y deposita un
folio. Luego desaparece tan misteriosamente como apareció.
Nuestro personaje regresa
a Francia, siguiendo ese itinerario que Baricco repite como estribillo de esta
canción/poema, retahíla hipnótica que no cesa.
El día 42 de su regreso a
Lavilledieu, Joncour saca el folio y observa fascinado los ideogramas.
Encuentra a Baldabiou en el billar y le pregunta por alguien que hable japonés.
“Aquí el japonés eres tú”, responde (p. 52). Baldabiou le refiere a una tal
Madame Blanche, en Nîmes, una japonesa que regentea un burdel. Joncour de
inmediato va a buscarla.
“¿Qué le hace pensar
que es tan rico que puede acostarse conmigo?”(p. 54)
Pero Joncour no va por
sexo. Lo que quiere es saber qué dice el folio. “Vuelve o moriré” (p. 55), es
lo que dice el folio. Al marcharse, Joncour deja unos billetes sobre la mesa,
pero la japonesa le dice “déjelo así”. Y no habla del dinero, sino de la mujer.
“No morirá y usted lo sabe” (p. 55)
Caligrafía Japonesa
Los sericultores evalúan
una tercera expedición a Japón. Hay rumores de una guerra civil en la isla, y
además el joven Pasteur está investigando la enfermedad de los huevos. Parece
que no es propicio hacer el viaje, más aún si el consulado francés en Yokohama
aconseja que nadie vaya. La revuelta la llevan a cabo fuerzas que se oponen a
la entrada de extranjeros a Japón. No obstante, Joncour emprenderá en octubre
el tercer viaje, no tanto por la seda, sino por la obsesión que ya está
sintiendo.
De regreso en Japón,
entra a pie para que la noticia de su llegada viaje más rápido que él. Y cuando
Joncour llega a los dominios de Hara Kei, una escena terrible, por el
simbolismo que tiene: el cielo se oscurece por el vuelo de cientos de pájaros.
La jaula ha sido abierta y está totalmente vacía. Junto a la jaula, la mujer.
Joncour le muestra el folio; ella sonríe y esconde la hoja en su vestimenta,
justo cuando arriba Hara Kei. Por la noche, hay un banquete en el palacio del
cacique, al cual, desde luego, asiste el francés. Ahí hay un juego de miradas
entre él y la chica. Joncour sale y se dirige a la casa que le ha sido
asignada. Ahí encuentra a la misteriosa mujer y a otra joven. La escena debe
ser desconcertante para Joncour: la mujer por la que había hecho ese viaje tan
largo le entrega a la joven para hacer el amor.
“La amó durante horas,
con gestos que no había hecho nunca, dejándose enseñar una lentitud que no
conocía. En la oscuridad era fácil amarla sin amarla a ella.” (p. 68)
Fotografía de la película de François Girard
Al día siguiente los
hombres de Hara Kei le llevan los huevos. Joncour intenta ver a su anfitrión,
pero ha salido. No encuentra nada, ni una señal, ni un mensaje. Regresa pues, a
Francia, usando la ruta que ya el lector, en este punto, conoce casi de
memoria.
Ya en Lavilledieu, entra
en un estado melancólica que su mujer, Hélène, cree contrarrestar si viajan a
Niza. Así, a finales de julio pasan unas semanas en la playa. En una velada
organizada por un barón italiano, Joncour experimenta celos: un inglés intenta
seducir a Hélène.
“Hervé Joncour lo vio inclinarse hacia Hélène y susurrarle alguna cosa en la oreja. Hélène se echó a reír, de una manera bellísima, y riendo se ladeó ligeramente hacia el caballero inglés, llegando a rozarle con sus cabellos la espalda, en un gesto que no tenían ningún embarazo, sino solo una desconcertante exactitud. Hervé Joncour bajó la mirada hacia el plato. No pudo menos que notar que su propia mano, aferrada a una cucharita de plata, estaba indudablemente temblando.” (p. 77)
De regreso en
Lavilledieu, Baldabiou conversa con Joncour sobre los avances de Pasteur y los
huevos que están comercializando unos italianos. Dados estos elementos, no
tendría caso ir a Japón. Además, se sabe que estalló la guerra y que están
matando extranjeros. Aún así, Joncour decide ir, de ser necesario con sus
propios recursos. No le queda más remedio a Baldabiou más que convencer a los
sericultores de patrocinar el viaje. Inicia la cuarta travesía de Joncour. Es
el día 10 de octubre de 1864.
El panorama es desolador.
El pueblo de Hara Kei está destruido, quemado. Joncour encuentra a un chico que
le conducirá a Hara Kei. Después de cinco días, por fin logra divisar la
caravana; el pueblo entero huye. Finalmente, luego de un día, Joncour alcanza
la caravana, pero no es bienvenido. Hara Kai le ordena que se vaya. El francés
pasará la noche en el campamento y a la mañana siguiente descubrirá al chico
que lo guió colgando de un árbol.
-Japón es un país
antiguo, ¿sabes? Su ley es antigua: dice que existen doce crímenes por los
cuales resulta lícito condenar a un hombre a muerte. Y uno es llevar un mensaje
de amor de su ama.
-No llevaba mensajes
de amor con él.
-Él era un mensaje de
amor.(p. 93)
Edición en francés
Once días después, en
Yokohama, Joncour consigue algo de huevos. Pero ahora tiene el tiempo encima.
En una carrera a marchas forzadas desde Japón a Alemania, llega a Eberfeld y
ahí se da cuenta que las larvas están todas muertas. Es 6 de mayo del 65. En
Lavilledieu las cosas están igual de mal. Los huevos que han conseguido por
otros lados no han servido. De las siete hilanderías, solo trabajan dos. ¿Qué
va a hacer toda esa gente?
Joncour había comprado
una propiedad antes de este cuarto viaje, en la que pretendía hacer un gran
jardín con una enorme jaula de pájaros. Así que emplea a todos esos obreros sin
trabajo para hacer el jardín, que está listo en septiembre. Los lugareños
reconocen que, de no ser por esto, habrían muerto de hambre. Meses más tarde,
Joncour relata a Baldabiou la verdad.
Tiempo después, Joncour
recibe por correo siete folios con ideogramas japoneses. Irá a Nimes, en busca
de madame Blanche, para que le traduzca la carta. El escrito es erótico y
arrollador:
“…dejaré que tu sexo
cierre a medias mi boca, entrando entre mis labios, y empujando mi lengua, mi
saliva bajará por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la
otra, sobre tu sexo…” (p. 111)
Las últimas líneas de la
carta:
“Lo que era para
nosotros, ya lo hemos hecho y tú lo sabes. Créeme: lo hemos hecho para siempre.
Conserva tu vida al margen de mí. Y no dudes ni un segundo, si es útil para tu
felicidad, en olvidar a esta mujer que ahora te dice, sin remordimiento,
adiós.”(p. 113)
El tiempo pasó. En 1871
Baldabiou se marcha de Lavilledieu. En marzo del 74 fallece Hélène. Ese mismo
año Joncour busca a Madame Blanche en Nîmes y se entera que se ha marchado a París.
Después de una búsqueda incesante, Joncour encuentra a M. Blanche. Resulta que
fue Hélène quien escribió la carta. M. Blanche se limitó a escribirla en
japonés.
“Sabe, monsieur, yo
creo que ella hubiera deseado, más que ninguna otra cosa, ser esa mujer. Usted
no lo puede entender. Pero yo la escuché leer esa carta. Sé que es así.”(p. 123)
Hervé Joncour vivió
veintitrés años más.
Así, pues, amigos,
termina esta historia de amor frustrado.
Poster de la película de Françoise Girard
Les recomiendo la
película de François Girard y les dejo el link para que vean el trailer:
Solo para fans del autor o interesados en el tema
Vale la pena leerlo
Muy recomendable
Absolutamente imprescindible
Primera Edición japonesa
Después del banquete
(Utage no ato, en japonés)es una novela escrita por el muy célebre artista
Yukio Mishima. Este escritor es una verdadera figura de culto, no solo en su
país, sino en el mundo entero. Publicada en 1960, Depués del banquete fue reconocida por el New Yorker como el mejor
trabajo de Mishima hasta ese momento, afirmación por demás hiperbólica. Como
todo mundo sabe, Mishima, al igual que Kawabata, cometió suicidio, justo en el
apogeo de su carrera, en 1970, a los cuarenta y cinco años.
Los
temas
El tema de esta novela es
la política, las elecciones, y cómo estas trastornan la vida de una mujer
madura, dueña de un prestigioso restaurante, y un diplomático retirado que de
repente se convierte en el candidato del Partido Radical por la Prefectura de
Tokyo. También trata del poder del dinero en la democracia, en este caso la del
Japón de finales de los años cincuenta, a menos de tres lustros de la rendición
frente a los Estados Unidos. Pero en el fondo, es una novela que, a mi juicio,
simboliza la emancipación femenina.
Los
personajes
Kazu Fukuzawa, mujer madura, dueña de uno de los restaurantes
más prestigiados de Tokyo, esposa de Noguchi.
Yuken Noguchi, diplomático retirado, candidato del Partido
Radical por la prefectura de Tokyo, esposo de Kazu.
Soichi Yamazaki, funcionario del Partido Radical, promotor de la
candidatura de Noguchi y fiel aliado de Kazu.
Genki Nagayama, funcionario del Partido Conservador, cliente de
Kazu.
Setsugoan. Propiamente no es un personaje, sino el
restaurante de Kazu, pero es tal su importancia en la novela, que alcanza un
papel protagónico.
Argumento
(La novela en unas cuantas líneas)
El argumento de la novela
es simple y lineal: Kazu es la propietaria de un famoso restaurante en Tokyo, el
Setsugoan, lugar frecuentado por financieros y miembros del Partido
Conservador. En cierto banquete conoce a Noguchi, diplomático retirado. De
inmediato surge una atracción de ella hacia él que culminará, en unos cuantos
meses, en boda. Poco después, Noguchi recibe la invitación del Partido Radical
para competir, como candidato, en la elección por la Prefectura de Tokyo. Este
hecho despertará el entusiasmo de Kazu. Apoyará a su marido, aún cuando éste se
oponga, y para ello comprometerá su patrimonio, el Setsugoan, a fin de proveer
al Partido Radical de los recursos necesarios para ganar la elección. Así las
cosas, el inmueble quedará hipotecado y cuando Noguchi pierda la elección no le
quedará más remedio a Kazu que vender el Setsugoan, pagar las deudas y
resignarse a vivir una vida limitada en lo económico, al amparo y bajo la
tutela de su anticuado esposo. No obstante, cuando ya está todo perdido y
Kazu se da cuenta que tanto esfuerzo no fue agradecido por Noguchi, acudirá al
Partido Conservador, cuya probidad en la elección estará en duda, y, mediante suscripciones
de algunos de sus miembros, logrará rescatar el Setsugoan. A cambio perderá su
matrimonio. Después del banquete
es la historia de una mujer independiente que, a pesar de todo, se mantendrá
fiel a sí misma y romperá con ese pesado tradicionalismo japonés para afirmarse
como ser humano.
Análisis
y reflexiones
La novela se desarrolla
en un lapso de tiempo relativamente corto. Todo comienza con un banquete en el
Setsugoan, al que acuden miembros del Club Kagen, viejos diplomáticos entre los
que se encuentra Noguchi. La cena tiene lugar en noviembre, y ya para el año
nuevo la pareja tiene su primer beso. Es más un enamoramiento de ella hacia él
que viceversa. Noguchi es un caballero muy culto, que domina el alemán y otras
lenguas extranjeras, aunque económicamente está limitado y vive de una pensión
de la Dieta, a la que ha pertenecido. Su nivel cultural y su posición como
antiguo diplomático, y el hecho de que perteneció a varios gabinetes antes de
la guerra, colocan a Noguchi en un nivel muy atractivo para Kazu, que no tiene
más activos que el dinero que obtiene de su muy exitoso restaurante. Hay un
cierto complejo de inferioridad cultural por parte de Kazu que se ve muy
claramente en la escena en donde Noguchi pide a la mujer que le auxilia en el servicio
doméstico un tomo de su amplia biblioteca, con título en alemán, y la mujer,
entendiendo perfectamente, se lo lleva. “Desde aquel instante –escribe Mishima (p. 60)– Kazu odió a la mujer.” Y también una cierta inseguridad, pues ese mismo
día de año nuevo Noguchi luce una impecable indumentaria. Kazu, presa de los
celos, se pregunta quién lo habrá ayudado a vestirse. Además, Kazu tiene
incertidumbre en cuanto a su suerte después de la muerte. No habrá quien le
lloré, y por eso se resuelve a casarse y llevar una vida normal (p. 72), todo
dentro de ese contexto tan tradicionalista y patriarcal del Japón.
Edición italiana
Hay un detalle muy fino,
muy del erotismo japonés. Después de que Kazu y Noguchi pasan el día en Nara,
observando el festival del Omitzutori, el lector intuye que los personajes han
hecho el amor. Y es que el encanto del erotismo japonés, que se puede descubrir
en Kawabata, en Mishima, en Yoshimoto o en Murakami, está más en lo que no se
dice que en lo que se dice, y en eso es radicalmente distinto al erotismo
explícito de occidente:
"Aquella mañana, al
amanecer, un hombre de más de sesenta años y una mujer de cincuenta se
durmieron en la misma cama." (p. 76)
Cualquier autor
occidental hubiese llenado al menos una página en la narración del acto sexual.
Mishima ocupa tres líneas.
Por fin llega el día de
anunciar la boda, y lo harán con un banquete en el Setsugoan –es muy notable
cómo Mishima nos deleita con los menús y nos regala exquisitas descripciones
culinarias–. Es el 22 de marzo y la noche es inusualmente cálida. Kazu sabe que
se convertirá en la mujer de un hombre distinguido, gran salto teniendo en
consideración su origen campesino. No obstante, Mishima tiene cuidado en
subrayar que Kazu no está actuando por interés.
Edición norteamericana
Como he dicho al
principio, a mi juicio el fondo de esta novela es la emancipación de la mujer,
una verdadera liberación femenina, ello a pesar de que Mishima era un
nostálgico de aquel Japón imperial extinto con la guerra. Y Kazu logrará esa
emancipación y vencerá las fuerzas que se le opongan, empezando por su marido y
los miembros tanto del Partido Conservador como del Radical. Por ejemplo,
cuando la noticia del enlace sale publicada en los diarios, Genki Nagayama,
cliente asiduo del Setsugoan y personaje destacado en el Partido Conservador,
le reprocha haber actuado sin su consentimiento, como si él fuese su padre o
hermano mayor (p. 86); o el hecho de que, desde que están casados, Kazu quiere
comprar camisas a su esposo, y que las que tiene estén siempre listas,
planchadas y dispuestas, cosa que a este digno japonés incomoda, pues ¿cómo
aparecer con ropa nueva cuando sus amigos saben de la escasez de sus ingresos?
(p. 98) A pesar de que Kazu está consciente de su superioridad económica, se
llena de orgullo ahora que pertenece a una familia distinguida, pero esta no
será razón suficiente para que se someta o pierda su identidad, y en el momento
en que se vea obligada a apostarlo todo, se elegirá a sí misma.
Otro tema central de la
novela es la política. Cierto día, Noguchi recibe la visita de miembros del
Partido Radical que le ofrecen la candidatura a la Prefectura de Tokyo. Noguchi
acepta. Kazu se enterará, no por boca de su marido, sino por los miembros del
Partido Radical y de Nagayama, quien ve la decisión de Noguchi como un disparate.
La noticia de la candidatura sale en la prensa, y Noguchi por fin informa a su
esposa de su decisión, pensando que ella nada sabe. Kazu tiene talento político
y desde que conoce a Soichi Yamazaki ve en él a un fiel aliado. Desde que Kazu
se entera de la noticia, todo cambia: la monotonía de la vida diaria se rompe y
su imaginación se llena de ensoñaciones:
“Los senos de Kazu se
dilataron bajo su ceñido obi de Nagoya y sus fantasías dieron a sus párpados
una apariencia henchida y de embriaguez. Sintió como si su cuerpo febril se
extendiera por la oscuridad hasta absorber la gran metrópoli.” (p. 121)
Esta pincelada de Mishima
me hace visualizar a la mexicana Josefina Vázquez, a la argentina Cristina
Fernández o a la brasileña Dilma Rousseff en el momento en que supieron que
serían las candidatas de sus partidos a la presidencia de sus respectivas
repúblicas: senos dilatados, apariencia henchida y la embriaguez delirante de
quien ya se vio en el cargo.
Pero volvamos a Japón. En
este punto de la novela yo supuse que la trama se tornaría una especie de Lady
Macbeth al estilo japonés, que Kazu haría lo que fuese necesario para que su
esposo ganara, aún violando la ley, y que, como esposa del gobernador de Tokyo,
Kazu haría de las suyas, desataría una orgía de sangre y todo acabaría
trágicamente. Esa fue mi suposición, pero me equivoqué. Faltaban aún diez meses
para la elección y Kazu estaba resuelta a iniciar una campaña preelectoral, aún
cuando estuviesen prohibidas por la ley. Habrá que llenar los ciento sesenta
mil postes telegráficos de Tokyo con carteles de Noguchi, y eso va a requerir
mucho dinero. Kazu sabe que una elección no se gana con argumentos lógicos,
sino con armas emocionales y dinero:
“Lo único que importa en
unas elecciones es el dinero y los sentimientos. Después de todo, soy una mujer
sin instrucción, pero tengo en mí entusiasmo suficiente para repartirlo entre
cinco millones de personas y que aún me sobre.” (p. 125)
Los miembros del Partido
Conservador dejan de ir al Setsugoan. Nagayama reprocha a Kazu que esté ahora
enseñando sus secretos a ese “infantil Partido Radical” y tiene el descaro de
decir que los trucos sucios han sido siempre propiedad exclusiva de su partido
(p. 141). Recordemos que la clientela del Setsogoan esta conformada en gran
medida por miembros del Partido Conservador y que, por ende, Kazu les conocía y
tenía contactos con ellos. Por eso a sus otrora amigos y clientes les parece
que Kazu los ha de algún modo traicionado, más aún si, ante la amenaza de
Nagayama en el sentido de que la precampaña de Kazu ha violado la ley electoral
y que, en consecuencia, podrían ir algunos radicales a la cárcel, Kazu responde
a su vez con otra amenaza y advierte a Nagayama que, en caso de ser cogida,
tiene ella “cosillas” que decir al fiscal (p. 142).
Edición francesa
Kazu actuará sin su
marido y a pesar de él. Al enterarse de que Noguchi solicitó al emperador que
iniciara conversaciones de paz con los aliados, meses antes de aquel fatídico
agosto de 1945, se pregunta cómo es que este hecho no ha sido debidamente
explotado y dado a conocer en un panfleto. Sabe que su marido se opondrá a un
folleto tal, y no le quedará más remedio que actuar a sus espaldas, con la
complicidad de Yamazaki. Es aquí donde decide hipotecar el Setsugoan y obtener
fondos. Realmente piensa que la elección es la tarea que el cielo le ha
confiado (p. 146).
Al enterarse que su
esposa ha actuado ocultamente, Noguchi monta en cólera, la golpea y le prohíbe
ir al Setsugoan. La idea es tenerla como prisionera, vigilada para impedirle cualquier
acción. Es más, Noguchi le advierte que en caso de desobedecer, tendrá que
divorciarse de ella, cosa que a Kazu le parece terrible: “Si se divorcia de mí,
no habrá nadie que cuide de mi tumba cuando yo haya muerto.” (p. 152) Así las
cosas, no habrá más remedio que poner a la venta el Setsugoan, a pesar de lo
triste y lo difícil que resultará para Kazu abandonarlo.
Nagayama sigue moviendo
hilos. Bloqueará los intentos de venta del Setsogoan para poner de rodillas a
Noguchi. Tanto le temen los conservadores, que Nagayama propone a Noguchi la
retirada del candidato conservador de la elección si Noguchi designa como
subgobernador a un miembro del Partido Conservador. Esto le garantizaría el
triunfo a Noguchi, pero es tan testarudo que rechaza la oferta. Nagayama
entonces intenta chantajear a Kazu advirtiéndole que si Noguchi sigue con su
negativa, bloqueará la venta del restaurante. El poder de Nagayama y los
manejos oscuros llegan a tal grado que el mismo primer ministro Saeki, miembro
del Partido Conservador, llama a un comprador del restaurante para decirle que
no compre el inmueble. Es más, promueven los conservadores, a través de un tal
Totsuka, antiguo conocido de Kazu, un panfleto difamatorio que lleva por título
“La vida de la señora Yuken Noguchi”, en el que la pobre Kazu aparece como una
ninfómana que, a través del sexo, logra sus ambiciones. Totsuka exige un millón
de yenes por su silencio. Kazu no tiene más remedio que dárselos y, a pesar de
ello, el panfleto es distribuido masivamente.
La guerra sucia ha
iniciado. Yamazaki informa a los radicales de la compra de votos realizada por
los conservadores en diversos distritos, y de que los carteles de Noguchi son
arrancados y sustituidos por carteles de Tobita, el candidato rival. Los
conservadores emplean su maquinaria pesada: altavoces denigrando la imagen de
Noguchi en puntos estratégicos de Tokyo, rumores falsos sobre una grave
enfermedad de Noguchi, notas en los diarios diciendo que Noguchi está
moribundo, etcétera. Kazu está desesperada:
“¡Qué cosa tan sucia! ¡Y
hacernos esto en el último minuto! Si provoca nuestra derrota en las
elecciones, moriré, eso es seguro. He perdido todo lo que tenía. ¡Pero si somos
vencidos por culpa de esto, mataré a quien lo hizo!” (p. 187)
Las elecciones tienen
lugar un 15 de agosto. Noguchi pierde por corto margen. Kazu sabe que la
derrota se debió a trampas siniestras de los conservadores, y al dinero que
invirtieron en la candidatura de Tobita:
“El dinero corría por las
calles con loco frenesí para apoderarse de los espiritualmente depravados y de
los acosados por pobreza. El dinero brillaba como un sol a través de las nubes,
un sol maligno y funesto.” (p. 194)
Expresar palabras de
apoyo al candidato perdedor equivale a dar un pésame. La noche de la elección,
la casa de Noguchi parece un velorio. Él y Kazu lloran ante la mirada triste
del fiel Yamazaki. Noguchi sabe que todo terminó y renuncia para siempre a la
política. Kazu está dispuesta a pelear, pues sabe que perdieron por la trampa,
por el dinero, por la influencia del mismo primer ministro Saeki y por los
trucos sucios de Nagayama. Los conservadores violaron la ley a más no poder y
Kazu pregunta a Yamazaki si, ante tanta violación, existe aún algún medio para
impugnar y derribar a Tobita.
Kazu está acabada. Tiene
una onerosa deuda que pagar y sobre el Setsugoan pesan tres hipotecas. Está
derrotada y quebrada. Ahora bien, si el Partido Conservador ganó a base de
dinero y medios sucios, es justo que dicho partido compense a Kazu por la
pérdida del Setsugoan. Kazu se pondrá en contacto con Sawamura, figura
importantísima del conservadurismo que ha ocupado varias veces el cargo de
primer ministro, para que la ayude. Sawamura sabe que su partido no se valió de
medios limpios para ganar y de algún modo accede a firmar el libro de
suscripciones que Kazu le lleva. Ella sabe que si Sawamura firma, nadie podrá
negarse a darle apoyo. Sawamura acepta hacer una aportación simbólica y escribe
en el libro: “Diez mil yenes. In Sawamura.” Con esta firma, las aportaciones
del mimso Saeki, de Nagayama y demás miembros del Partido Conservador y de
importantes hombres del mundo financiero, están garantizadas. El mismo
Nagayama, que será severamente reprendido por Kazu –“eres lo más bajo de la
especie humana”, le increpa Kazu a propósito del panfleto difamatorio (p. 236)–
firmará el libro con trescientos mil yenes y hará las gestiones necesarias para
que Yamanashi, del Banco Imperial, dé la mayor cantidad de dinero posible. Así
pues, el Setsugoan se ha salvado. Claro que el hecho de pedir dinero a quienes
vencieron a su marido en las elecciones no puede tener una consecuencia feliz,
y Kazu lo sabe. Sabe que cuando Noguchi se entere, su matrimonio estará
acabado. Tendrá que elegir entre el Setsugoan y su independencia, o su matrimonio
y la implícita sumisión a su marido.
A fin de cuentas, Noguchi
representa –a pesar de ser el candidato progresista– a ese Japón austero y
anticuado, patriarcal y tradicionalista, mientras que, a mi parecer, Kazu
representa al nuevo Japón, más moderno e independiente. Así entendido, Después
del banquete es una metáfora.
Noguchi finalmente
confronta a su esposa. A su juicio, la actitud de Kazu es equiparable a la
infidelidad:
“La castidad política de
una adúltera y la traición política de una mujer casta representan el mismo
tipo de inmoralidad. El peor crimen de un acto de traición consistía en
extender la infección a sucesivas personas, acelerando así el colapso de toda
la estructura de principios. Según su anticuada filosofía política de estilo chino,
el hecho de que Kazu hubiese hecho circular un libro de suscripciones entre los
enemigos políticos de Noguchi equivalía a un adulterio: se había ‘acostado’ con
aquellos hombres.” (p. 245)
Aún así, Noguchi está
dispuesto a perdonarla si abandona sus planes de reabrir el Setsugoan. Kazu
seguirá adelante, pagará la deuda que tiene, reabrirá el restaurante y seguirá
con su vida. El libro termina con una carta que le manda Yamazaki, y en la cual
se congratula de la reapertura próxima del Setsugoan y confirma su asistencia.
Rescato algunas de estas últimas líneas que expresan la esencia de la política,
no solo en Japón, sino en cualquier lugar del mundo:
“Pero ahora me parece
–escribe Yamazaki– que no cabe decir de las elecciones que fueran un infortunio
en un sentido auténtico, porque acabó con todo género de falsa identidad y
determinó que el señor Noguchi y usted se mostraran mutuamente sus verdaderas
personalidades. He estado chapoteando largo tiempo en el lodazal de la política
y, en realidad, ha llegado a gustarme. Allí la corrupción limpia a las gentes,
la hipocresía revela el carácter humano más que una tibia honestidad y el vicio
puede, al menos por un instante, resucitar una confianza abandonada… De la
misma manera que cuando usted lanza la ropa a una centrifugadora para que se
seque, gira tan de prisa que la camisa o la ropa interior arrojadas desparecen
ante sus ojos; así, lo que normalmente llamamos naturaleza humana desaparece
instantáneamente en el torbellino de la política.” (p. 257)
Después del banquete es
una novela que vale la pena leer. Más aún en tiempos electorales, como los que
ahora vive mi país. Venus Rex
Kimitake Hiraoka, mejor conocido como Yukio Mishima